by G Orwell · 2001 · Cited by 7100 — Evidentemente, Winston no podía eludir su destino: ser encarcelado. Si Orwell lo hubiera querido, el Gran Hermano podría haber sido ruso, o chino,
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George Orwell 1 GEORGE ORWELL 1984 This site is full of FREE ebooks – Project Gutenbe rg of Australia Title: Nineteen eighty-four Author: George Orwell (pseudonym of Eric Blair) (19 03-1950) * A Project Gutenberg of Australia eBook * eBook No.: 0100021.txt Language: English Date first posted: August 2001 Date most recently updated: August 2001 Project Gutenberg of Australia eBooks are created f rom printed editions which are in the public domain in Australia, unless a copyright notice is included. We do NOT ke ep any eBooks in compliance with a particular paper edition. Copyright laws are changing all over the world. Be sure to check the copyright laws for your country b efore downloading or redistributing this file. This eBook is made available at no cost and with al most no restrictions whatsoever. You may copy it, g ive it away or re-use it under the terms of the Project Gutenbe rg of Australia License which may be viewed online at http://gutenberg.net.au/licence.html To contact Project Gutenberg of Australia go to http://gutenberg.net.au Title: Nineteen eighty-four Author: George Orwell (pseudonym of Eric Blair) (1903-1950) 1984 George Orwell Título original: 1984 Traducción: Rafael Vázquez Zamora © 1948 by George Orwell © 1980 Salvat Editores S.A. Edición electrónica de Utopía (solo en español) Otras ediciones electrónicas (pero basadas en la mi sma aquí seguida): http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Orwell/G eorgeOrwell_1984_Parte01.htm http://www.docstoc.com/docs/126227/1984-George-Orwe ll
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George Orwell 2 1984, de George Orwell Juan Manuel Santiago Resumen 1984 es la antiutopía o distopía más célebre de todas c uantas fueron escritas durante la primera mitad del siglo XX. En ella, Orwell presenta un futuro en el que una dictadura t otalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de lo s ciudadanos que resulta imposible escapar a su control. La odisea d e Winston Smith en un Londres dominado por el Gran Hermano y el partido único se puede interpretar como una crítica de toda dictadura, aunque en las analogías con el comunismo estalinist a resultan evidentes, dada la trayectoria vital del autor. La novela cobra nueva vigencia en la sociedad actual, en la que el control a los ciudadanos, coercitivo o no, se halla más perfeccio nado que en ningún otro momento de la historia de la Humanidad. Por último, veremos la influencia de la obra en la cultura del siglo XX, tanto en su vertiente literaria como en la cinematográfic a. 1. Objetivo e intenciones Este texto se corresponde con el de la conferencia impartida durante la Feria del Libro de Cádiz de 2003, en el marco de la Jornadas de la Ciencia-F icción organizada por el Ayuntamiento y coordinadas por Luis G. Prado, así como en la Hispa Con Xatafi 2003. Al confeccionar el programa de actos de los encuentros de Cádiz nos pareció pri oritario referirnos a esta obra, por cuanto que se trata de una de las novelas de cienciaŠficción más conocidas por el gran público, al mismo tiempo que una de las que, pese al transcurso del tiempo, conserva mayor vigencia. ¿Quién no ha oído expresiones como “El Gran Hermano te vigila”, refer idas al control omnímodo que el aparato estatal ejerce sobre el ciudadano, o “La guerra es la paz”, expresión máxima de la manipulación informativa? Para bien o para mal, el futuro trazad o por George Orwell en su novela nos alcanzó tiempo ha y, pese a algunas diferencias notables (a saber, vivimos en democracia y no todo el control se ejerce de manera coercitiva: existen mét odos más sutiles que los descritos en 1984 ), en líneas generales se trata de una novela cuyo mensaj e permanece completamente vigente. Similares motivaciones nos llevaron a repetir la conferencia en el marco de unos encuentros más especializados como son las HispaCones. En todo cas o, el texto que vais a leer a continuación se corresponde con el de ambas conferencias. 2. Biografía de George Orwell Para entender 1984 tenemos que conocer la vida de George Orwell. Naci do en 1903 en Montihari (India), Eric Arthur Blair es hijo de un funcionario del gobierno imperial. Es enviado a Inglaterra, donde su madre, de origen anglofrancés, le mete el gusanillo de la lectura y le alienta en sus pinitos literarios: a la edad de cinco años com pone un poema del que más tarde renegaría, aduciendo que se trataba de una copia del “Tigre, t igre” de William Blake. Tras su paso por la escuela de St. Cyprien obtiene una beca para estudi ar en el colegio de Eton, en el que Aldous Huxley fue su profesor de francés durante un curso. Su origen humilde le granjea problemas en ambos centros, siempre en el punto de mira de sus c ompañeros más clasistas: es su primer contacto con la lucha de clases. Renuncia a seguir estudios universitarios y en 1922 se enrola en la Policía Imperial, a la que sirve en Birmania durante cinco años. Allí observa auténticas atrocidades por
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George Orwell 3 parte de sus compañeros de armas, lo cual lo lleva a afirmar: “Cuando el hombre blanco se convierte en tirano, destruye su propia libertad”. Su renuncia a la Policía Imperial va acompañada por otra doble renuncia: a su nombre (a partir de ahora será conocido por el seudónimo George Orwe ll; George, por San Jorge, patrón de Inglaterra; Orwell, por un río que conoció en su in fancia) y a su clase social: pasa una década al borde de la indigencia, alternando la escritura con la vida entre las clases más humildes. Fruto de esta experiencia es su primer libro, Sin blanca en París y Londres (1933). La paulatina adquisición de conciencia social, que lo ha llevado a franquear las fronteras de una vida cómoda entre las fuerzas de ocupación imperial es para sumirse en la pobreza, da paso a una nueva etapa en la que Orwell ejerce el periodismo d e denuncia. Hasta ahora, Orwell ha vivido la situación de las clases inferiores; a partir de aho ra, consagra su tiempo a explicar y divulgar esta situación. Su nuevo objetivo son los mineros y obre ros desempleados de una región industrial atrasada. Al término del libro, El camino de Wigan Pier (1936), Orwell radicaliza su discurso. Ha descubierto el socialismo. No obstante, la dictadur a del proletariado propugnada por el comunismo estalinista lo inquieta: no deja de ser una dictadu ra. Tras contraer matrimonio con Eileen O’Shaughnessy, viaja a España. El libro resultante, Homenaje a Cataluña (1938), su obra maestra según este conferenciante, va un paso más allá en su discurso. Orwell viaja como periodista pero se afil ia a una milicia del POUM, el Partido Obrero de Unificación Marxista de Andreu Nin y Joaquín Maurín , de raíz trotskista. Es testigo de una serie de hechos que trastornan sus convicciones ideológicas. La experiencia de la autogestión colectivizadora en el frente aragonés, en un codo a codo entre trotskistas y anarquistas (con el recurrente “Mañana tomamos el café en Huesca”, en a lusión al objetivo militar que se pretendía conquistar), contrasta con los sucesos que presenci a en mayo de 1937 en Barcelona. Herido en el frente, Orwell regresa a Barcelona. Durante su conv alecencia, presencia un conato de guerra civil dentro de la guerra civil. Los enfrentamientos arma dos entre el ejército regular republicano (bien equipado por la Unión Soviética) y las milicias ana rquista-trotskistas dan lugar a una auténtica purga a la manera de las soviéticas, y conllevan el desarme de las milicias. Las convicciones de Orwell sufren un duro revés. El comunismo ortodoxo, según él, es otra forma de dictadura equiparable al nazismo, dos caras de una misma mone da que no hacen sino despojar a las clases trabajadoras. La manipulación informativa y propaga ndística puede obviar los hechos de Barcelona como si no hubiesen existido. Nada diferencia al ca pitalismo del fascismo del estalinismo. Orwell ya maneja los dos puntos centrales de 1984 . La II Guerra Mundial termina de ofrecernos un cuadr o cabal de las inquietudes político-literarias de Orwell. Durante el conflicto es miembro de la Ho me Guard, colabora en la BBC y es director literario del periódico Tribune . Es, pues, un personaje de relieve en la vida cult ural británica. Mientras Londres padece los bombardeos de las V-2, Orwell escribe Rebelión en la granja (1945). Tras aquella en apariencia inofensiva fábula acerca de unos animales que despojan al propietario de una granja y se lanzan a la autogesión de la misma se puede adivinar la parodia definitiva del comunismo estalinista. El cerdo Mayor es un trasunt o de Lenin, que antes de morir marca las pautas a seguir hacia la definitiva liberación del yugo de los humanos (el capitalismo). Sus herederos, Napoleón (Stalin, evidentemente) y Snowball (Trotsk i), terminarán enfrentados por el control de la granja. Esta fábula muestra la progresiva degradaci ón de los ideales revolucionarios, el linchamiento público de la memoria del cerdo traido r (Snowball), la instauración de la dictadura más opresiva, la implantación de eslóganes a cuál m ás surrealista (se pasa del “Cuatro patas sí, dos pies no” identificativo de la clase animal al “Cuat ro patas sí, dos pies mejor” con el que se advierte el alejamiento definitivo de los principios revoluc ionarios por parte de la clase dirigente) y el resentimiento de Orwell contra un comunismo traidor de sus propios ideales. Aunque Bernard Crick opina que la fecha de escritura data de 1945 y que en todo caso su publicación se demoró debido a la escasez de papel, la tradición afirma que Orwell concluyó el libro en torno a finales de 1943, pero tuvo que moverlo durante más de un año, de editor e n editor, sorteando una especie de censura editorial: nadie estaba dispuesto a publicar un lib ro que era un ataque frontal a la Unión Soviética, en un momento en el que la Unión Soviética resultab a la mayor y mejor garantía de triunfo en la
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George Orwell 4 guerra frente al fascismo internacional. “Cualquier crítica seria al régimen soviético, cualquier revelación de hechos que el gobierno ruso prefiera mantener ocultos, no saldrá a la luz”, escribe Orwell en su ensayo “La libertad de prensa”. “Vemos , paradójicamente, que no se permite criticar al gobierno soviético, mientras se es libre de hacerlo con el nuestro. Será raro que alguien pueda publicar un ataque contra Stalin, pero es muy socor rido atacar a Churchill desde cualquier clase de libro o periódico.” Éste es el Orwell que, desencantado definitivamente con la clase política británica (más celosa, según él, de defender a los comunistas soviéticos q ue a sus propios políticos), con la censura ejercida por los medios de comunicación (hecho que le lleva a dimitir de la BBC), con la vida misma (su mujer fallece en 1945), con su propia sal ud (sus problemas de tuberculosis se acentúan, postrándolo en hospitales), acomete su obra más con ocida, su testamento literario, la novela que ha marcado el devenir de la literatura fantástica de c arácter político en la segunda mitad del siglo XX y, por qué no, el devenir de la propia Humanidad: 1984 . Tras su publicación en 1949, Orwell entra en estado terminal. Fallece el 21 de enero de 1950, recién desposado con Sonia Brownel. Orwell ya había dicho cuanto tenía que decir. 3. 1984 , la novela 3.1 Utopía y distopía Ante la pregunta “¿Qué es 1984?”, la respuesta más evidente es: la distopía más célebre de cuantas han sido escritas. Ahora bien, ¿qué es una distopía? Antes d e proseguir con la exposición hemos de hacer un paréntesis y de finir el término. También conocida como antiutopía, una distopía es l o opuesto a una utopía. Esta definición, facilona si se quiere, sólo puede ser entendida si definimos utopía. Tomo prestadas ambas definiciones de la obra colectiva Las cien mejores novelas de ciencia ficción del siglo XX , coordinada por Julián Díez: “Utopía. Obra que describe un futuro estado feliz d e la humanidad, en el que cada persona tiene satisfechas sus necesidades y existe un gobierno benévolo que prove e de todo lo necesario (o bien el gobierno ha desaparecido absolutamente, tras resultar innecesario). El nombr e procede de la obra homónima de Tomás Moro (que viene del gr iego u topos , ningún lugar).” “Distopía. Por contraposición a «utopía», obra en l a que se describe una sociedad opresiva y cerrada sobre sí m isma, generalmente bajo el control de un gobierno autorit ario, pero que es presentada a los ciudadanos de a pie como un a utopía.” En resumen: la utopía es el mejor de los mundos, la libertad definitiva y absoluta, el sueño de todo ciudadano hecho realidad. La distopía es el pe or de los mundos, la sumisión definitiva y absoluta, el sueño de todo gobernante hecho realida d, y será tanto más efectiva cuanto mayor grado de satisfacción produzca en el ciudadano. Es lo que Sam J. Lundwall define en su Historia de la ciencia ficción como “la pesadilla con aire acondicionado”. Las utopías arrancan con la obra ya citada de Tomás Moro (1516). Concebidas en un principio como obras de carácter cuasi teórico político en la s que se ofrecía luz y guía al benévolo gobernante, conforme avanza el tiempo empiezan a ad quirir mayores matices. La posibilidad de plasmar el pensamiento utópico en una organización política real nos lleva a varios intentos de
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George Orwell 5 comunidades, las más destacadas de ellas las reducc iones jesuíticas del Paraguay del siglo XVIII y los falansterios de los socialistas utópicos france ses del siglo XIX, que no dejan de ser tentativas aisladas abocadas al fracaso. La publicación del Leviatán de Thomas Hobbes en 1651 constituye la primera advertencia seria de que la utopía definiti va, en caso de alcanzarse, ha de contar con la naturaleza intrínsecamente rapaz de la especie huma na. Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift (1726) introducen el elemento satírico en la tradic ión utópica. Finalmente, la doble revolución industrial y liberal que conforma nuestra sociedad occidental presente no hace sino recordarnos que la utopía, entendida bajo la definición anteriormen te expuesta, es inalcanzable para todos: siempre habrá clases. Salvo contadas excepciones (el social ismo fabiano de H.G. Wells o el socialismo determinista de Jack London), las utopías se van se parando de la teoría política, para pasar a ser coto casi exclusivo de la creación literaria. Ahora bien, la literatura también sufre un cambio c omo consecuencia de la doble revolución industrial y liberal. De acuerdo con Brian Aldiss, la publicación en 1818 de Frankenstein o El moderno Prometeo de Mary Shelley marca el comienzo del género liter ario conocido como ciencia- ficción. El nacimiento del género como tal es objet o de una controversia permanente, cuyos pormenores no viene al caso comentar aquí. Sea cual sea el origen de la ciencia-ficción (el Frankenstein de Mary Shelley, 1818; La máquina del tiempo de H.G. Wells, 1895; la edición del primer número de la revista Amazing Stories en 1926), el caso es que las utopías van poco a po co acercándose a él. Durante el siglo XIX, la literatu ra utópica aún recurre al recurso tradicional inaugurado por Tomás Moro: el viaje fantástico a te rritorios lejanos, en los que poder desarrollar sin complejos el modelo político propuesto. Ecos de est a concepción se perciben en una de las obras maestras de la literatura utópica, Erewhon de Samuel Butler (1872). La tierra de Erewhon (que no es sino nowhere puesto del revés, es decir, “ningún lugar”, es dec ir “utopía”) nos muestra algunos claroscuros en su retrato del impacto de la industr ialización sobre los habitantes de un mundo que ya no es perfecto, tan sólo casi perfecto. Sin embargo, esta forma de fabulación tiene los día s contados. Los territorios inexplorados se terminan, hacia 1911, con la conquista del Polo Sur , ya no queda ningún lugar sin hollar por el ser humano. La búsqueda de utopías ya sólo puede aconte cer en dos direcciones: el tiempo futuro, o bien en otras tierras. El cambio de escenario de la literatura de viajes utópicos acompaña al cambio de escenario en la literatura de aventuras. Ambos g éneros, utópico y aventurero, integran parte de su producción (sólo parte, me gustaría aclarar este pu nto) en el género fantástico, y más concretamente en la ciencia-ficción. No obstante, estamos hablando de una clase de liter atura cada vez más escapista. Con las excepciones de H.G. Wells y Jack London, empeñados en buscar los aspectos menos optimistas del futuro mundo feliz, la utopía se muestra benévola c on el devenir de la humanidad. Dos hechos cambian la percepción de las cosas. La I Guerra Mun dial (1914-1918) demuestra que es posible una castástrofe global, con ella viene a ponerse fin a un equilibrio continental que se había mantenido casi intacto durante cerca de medio siglo. La Revol ución soviética de 1917 demuestra que la utopía es posible, no sólo a una escala reducida, como pre tendieron los socialistas utópicos con sus pequeñas comunidades, sino nada menos que en el paí s más extenso del orbe. El optimismo desaforado de los años veinte, los felices años vei nte, es sólo una verdad a medias. Durante los años de entreguerras se producen tres obras fundamentale s en la llamada literatura distópica, tres obras que a su manera influyen en el 1984 de George Orwell y que constituyen advertencias mu y serias, aún no igualadas desde los punto de vista literario y admonitorio, de cuán terrible podrá llegar a ser el futuro si el poder recae en unas manos dispuesta s a partes iguales a coartar los derechos del individuo y a manipular su percepción de la realida d hasta el punto de que, aun padeciendo una horrible represión, se crean en posesión del mayor grado de libertad nunca visto. Estas obras son Nosotros de Yevgueni Zamiatin (1921), Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932) y La guerra de las salamandras de Karel Capek (1936). Llegados a este punto y expuestos los antecedentes personales y literarios de la obra, podemos entrar ya a analizar la novela de Orwell.
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George Orwell 7 delitos concebibles en la sociedad de Oceanía (y, s uponemos, de las otras dos potencias): el crimental , o crimen mental. El delito de pensamiento opuesto al doblepensar y las directivas del Partido (o Ingsoc, Socialismo Inglés). Un ciudadano puede tener una conducta irreprochable, ser un miembro modélico del Partido, cantar todas sus cons ignas y dominar la neolengua; pero, si en su fuero interno no está convencido de la verdad del I ngsoc y esquiva con pericia la tupida red de delaciones en que se sustenta la sociedad oceánica (desde la Policía del Pensamiento hasta tus propios hijos), tarde o temprano se delatará a sí m ismo mediante el crimental. Un hecho, un indicio, un pensamiento a destiempo, un lapsus linguae o incluso una frase murmurada entre sueños bastarán para acabar con esa persona. Y ese “acabar con esa persona” funciona tanto en el sentido individual (será vaporizado ) como en el colectivo (al ser una nopersona , nunca habrá existido; nada demostrará que ha existido; nadie lo recordará). Syme, uno de los compañeros de charla de café de Wi nston, encargado de confeccionar la undécima y casi definitiva edición del Diccionario de neolengua , explica su funcionamiento: “¿No ves que la finalidad de la neolengua es limita r el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos h aciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cada conc epto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado está decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre? (. ..) ¿Cómo vas a tener un eslogan como el de “la libertad es la esclavitud” cuando el concepto de li bertad no exista?” El miedo a cometer crimental es la primera señal de que se está cometiendo un crimental. Y Winston ya ha alcanzado esa fase desde el momento e n que comienza a escribir un diario. Lo hace a pluma, a hurtadillas, sorteando las telepantallas i nstaladas en su dormitorio que detectan su comportamiento huraño y le impelen a practicar su g imnasia. No existe intimidad. Cualquier acto solitario es antisocial, contrario a los principios del Ingsoc y conlleva la semilla del crimental. An te semejante panorama, a Winston, como a cualquier otr o habitante de este Londres espectral sacudido por los bombardeos enemigos, no le queda más remedi o que adoptar las formas externas que determinan el buen comportamiento de un miembro del Partido, consciente de que ya ha comenzado la cuenta atrás para su captura. La primera manifestación de sumisión al partido es el acatamiento de sus tres grandes eslóganes: La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Estas tres consignas constituyen el resumen del pen samiento del Ingsoc, son todo lo que un buen miembro del Partido necesita saber para ser un ciud adano de comportamiento correcto. La única manera de alcanzar la paz es mantenerse en estado d e guerra contra las otras dos potencias, pues tarde o temprano Oceanía habrá de triunfar. La sumi sión al Partido es la única manera de mantener un prurito de libertad; en caso contrario, mueres, dejas de existir. El falseamiento de la realidad es la base del sistema: creer las mentiras impuestas nos hará fuertes para mantenernos dentro del juego propuesto por el Partido; cuanto más ignorantes sea mos, menos riesgo de descubrir incoherencias, menos posibilidades de caer en el crimental. El segundo acto que entraña sumisión al partido es la abstinencia sexual. Winston odia con todas sus fuerzas a dos mujeres: su esposa Katharine y Ju lia. Ambas son el prototipo de mujer entregada al partido. Su esposa no quiso darle descendencia, al considerar la maternidad un acto de sumisión al Partido: está condicionada para considerar el se xo por placer como una abominación, su frigidez es su fuerza. Julia encarna a la mujer militante en la Liga Juvenil AntiŠSex, que paradójicamente trabaja en el Departamento de Novela del Ministerio de la Verdad; es decir, se encarga de escribir novelas pornográficas que luego son distribuidas cl andestinamente entre los proles , para hacerles creer que consumen un producto prohibido. Su cintur ón de castidad es el recordatorio de que el sexo es intrínsecamente abominable. Prohibido el am or, ¿qué otra alternativa tienen los habitantes de Oceanía (y, suponemos, de las otras dos potencia s)? El odio.
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George Orwell 8 El odio hasta el dolor. El tercer y más fuerte moto r de cohesión de la sociedad de 1984 . Pero odio ¿a qué? A lo extraño, al extranjero, al con trario al Partido. Las manifestaciones populares más lúdicas son las películas de propaganda bélica (en las que abunda la violencia explícita y, por lo que nos sugiere Orwell, real: imagínense una snuff movie perpetrada por miles de Rambos), las ejecuciones Šprevio escarnio públicoŠ de prisionero s de guerra enemigos y, sobre todo y por encima de cualquier otra, los Dos Minutos de Odio. ¿Qué son los Dos Minutos de Odio? La ración diaria de odio necesaria para hacer funcionar el sistema. ¿Quién es el objeto del odio? Emmanuel Gol dstein. El gran enemigo de Oceanía, el Partido y el Gran Hermano. El adversario necesario. El trai dor al Ingsoc. El artíficice de la Revolución que se vendió a las potencias extranjeras. La población expresa su odio irracional, válvula de escape de todos sus instintos primarios, mientras se superpon en imágenes apenas subliminales de Goldstein con un fondo de matanzas y atrocidades del enemigo de turno, sea Eurasia o Asia Oriental. Los ciudadanos están condicionados para odiar a Goldste in. Odiar a Goldstein es amar al Partido y al Gran Hermano y todo lo que representa el Ingsoc. Du dar de la maldad de Goldstein es la peor forma de crimental. Y Winston ha caído en ella. Winston odia al Partido. Odia al Gran Hermano. Sabe que el Partido manipula la información, altera la percepción cotidiana de la realidad. Lo s abe porque él mismo ha tenido en sus manos una prueba de este fraude. Pero al mismo tiempo sabe qu e otros como él odian también al Partido. Por ejemplo, O’Brien, un destacado miembro del Partido Interior, que se le aparece en sueños prometiéndole un pronto encuentro en “el lugar dond e no hay oscuridad”. Guiado por una complicidad inexplicable, más intuitiva que fundame ntada, Winston sigue los pasos de O’Brien, convencido de que le puede aclarar dudas acerca de la existencia de la Hermandad, una organización clandestina, no se sabe si existente o no, enemiga jurada del Partido y el Gran Hermano, tal vez impulsada por el propio Goldstein, el archienemigo. Pero antes de acceder a O’Brien, Winston debe consu mar su crimental, debe trasgredir todas las reglas impuest as por el Partido, debe vulnerar todos sus condicionamientos. La prime ra parte de la novela nos refiere el proceso mental que sigue Wins ton antes de estar preparado para saltar a esa fase. El acto de escribir el diario hace a Winston plantearse cada vez más interrogante s acerca del funcionamiento del Partido y su sistema de mentiras . Es la toma de conciencia por parte de Winston de que la pretendid a utopía no es sino una terrible distopía. El siguiente razonamien to llevará a Winston a plantearse la manera más idónea de contes tación al régimen. Pronto llegará al punto en que la única so lución posible le parece el derrocamiento del Gran Hermano. Pero los miembros del Partido, sujetos a férreos condicionamientos, no se rán la fuerza capaz de acabar con la opresión. Winston fija sus ojos en los proles, los proletario s, aquellos ciudadanos ajenos al juego del Gran Hermano, la masa acrítica y no condicionada. Los pr oles recuerdan una existencia anterior al Gran Hermano, en ocasiones parecen inmunes al lavado de cerebro que ha hecho creer a toda la sociedad que la inmensa mayoría de los adelantos científicos y tecnológicos de la Humanidad son obra del Gran Hermano. Winston, que carece de familia (fue s eparado de su madre y su hermana a temprana edad) y ha sido criado por el Partido, recuerda lín eas sueltas de una canción de su infancia, que convertirá en el símbolo de su individualidad y de su rebeldía. Esta rebeldía lo lleva a alquilar una habitación en un barrio proletario. Allí podrá escr ibir su diario y dar rienda suelta a sus fantasías, ajeno a la mirada omnipresente de las telepantallas . Tras la toma de conciencia, la comisión del criment al, es hora de pasar a la acción. La segunda parte de la novela nos muestra el acercamiento entr e Winston y Julia. La al principio odiada Julia se revela como una sediciosa. Pero, al contrario que W inston, la rebeldía de Julia es acrítica e intuitiv a. Julia carece de base teórica, todas las proclamas d e Winston a favor del proletariado y en contra del Partido le resultan ajenas e incomprensibles. La re beldía de Julia es de otra índole. Ella busca la
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George Orwell 9 libertad sexual. En un mundo puritano, Julia predic a con el ejemplo el amor libre, pero tiende a creerse de manera acrítica todas las proclamas del Partido y los principios del Ingsoc. Ello lleva a Winston a definir su rebeldía como exclusivamente « de piernas abajo». El amor clandestino entre Julia y Winston es desesperado: ambos saben que sus días están contados. No hacen planes de futuro: no tiene sentido hacerlos. Justo en ese ins tante entra O’Brien en acción. O’Brien viene a cerrar el proceso de rebeldía a los tres principios motores de la sociedad de Oceanía. Perpetrado el crimental gracias a su intel igencia y su capacidad de síntesis, vulnerada la abstinencia sexual gracias a Julia, Winston penetra en el mundo del odio gracias a O’Brien. O’Brien lo ayudará a odiar al Partido introduciéndolo en la Hermandad. El juramento de fidelidad a esta organización es una buena muestra de ello: “Š¿Qué estáis dispuestos a hacer? ŠTodo aquello de lo que seamos capaces. Š¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas? ŠSí. Š¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos? ŠSí. Š¿A cometer actos de sabotaje que puedan causar la muerte de centenares de personas? ŠSí. Š¿A vender vuestro país a potencias extranjeras? ŠSí. Š¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños, a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a ex tender enfermedades venéreas a hacer todo lo que pueda causar desmoralización y debilitar el pod er del Partido? ŠSi, por ejemplo, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño, ¿estaríais dispuestos a hacerlo? ŠSí. Š¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo ordenamos y en el momento en que lo ordenásemos? ŠSí. Š¿Estáis dispuestos, los dos, a separaros y no volv eros a ver nunca? ŠNo Šinterrumpió Julia.” Juramentados ambos, Julia y Winston brindan con O’B rien por el pasado. Por el pasado que existió, no por el pasado eternamente mutable que d efiende el Partido. Es el momento en que ambos pasan a formar parte de la Hermandad. Por fin puede n leer el libro clave de la rebelión, el tratado teórico escrito por Emmanuel Goldstein: Teoría y práctica del colectivismo oligárquico . En realidad, se trata de un ensayo analítico, sin apen as contenido subversivo: es una simple descripción de las instituciones y la historia de Oceanía. La r espuesta a la pregunta que Winston se había formulado alguna que otra vez en su diario: “Compre ndo CÓMO. No comprendo POR QUÉ”. La certeza del porqué de las cosas, la comprensión por parte de Winston de por qué odia al Partido y todo lo que encarna, es el último paso en su trayec toria moral y política. Sólo ahora, y no antes, podrá enfrentarse a la siguiente etapa, referida en la tercera parte de la novela: su tortura. Evidentemente, Winston no podía eludir su destino: ser encarcelado. El propio O’Brien, comisario de la Policía del Pensamiento, se encarga de capturarlo y conducirlo al Ministerio del Amor. Allí sufrirá todas las vejaciones imaginables , un lavado de cerebro que lo lleve a amar al Partido y el Gran Hermano. La temible habitación 10 1 marca el final de Winston como persona; en ella ha de enfrentarse a sus fantasmas más terrible s. Una vez superada la humillación que anida allí adentro, Winston estará dispuesto a creer cualquier consigna del Partido. Los discursos adoctrinadores de O’Brien surten efecto. Winston ya es capaz de doblepensar. Ve cinco dedos cuando O’Brien le enseña cuatro. Y, mejor aún, ama al Gran Hermano. Ya es un miembro respetable del Partido.
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George Orwell 10 3.3 Control social, dictadura, realidad y violencia Tras este resumen de la novela, podemos detenernos en los cuatro aspectos fundamentales de la exposición de Orwell. 3.3.1 Control social El sistema político presentado por Orwell está enca minado a alienar al individuo, a hacerlo virtualmente incapaz de pensar por sí mismo. Siguie ndo la definición anteriormente expuesta de distopía, es una sociedad cerrada sobre sí misma, q ue se presenta como la sociedad perfecta. Sólo aislando las influencias externas se podrá realizar el ideal del Ingsoc. El exterior sólo puede ser malo. Sólo el Gran Hermano y el Partido son capaces de ofrecer algo bueno al ciudadano de Oceanía. A tenor de lo que hemos leído en la obra d e Goldstein, todo nos hace suponer que este esquema de sociedad es idéntico en Eurasia y en Asi a Oriental. La guerra exterior frente a dos enemigos identificables (un enemigo físico: las pot encias enfrentadas a Oceanía; un enemigo ideológico: Goldstein) es el factor de cohesión, qu e llega adonde el Gran Hermano no alcanza con sus eslóganes. Existen medios coercitivos para asegurarse este con trol. El Ministerio del Amor dispone un aparato represor sin fisuras. No es infrecuente que tu propio hijo te delate, a semejanza de los jóvenes camisas pardas nazis. Así pues, vemos que e xisten diversos niveles de control social: 1. La guerra exterior contra el enemigo físico e id eológico. Es la razón de ser última del Estado. Hay que odiar a Goldstein y a la potencia enemiga d e turno; sólo así, por contraposición, se podrá amar al Gran Hermano. 2. La guerra interior contra el crimental. Fomenta la participación de los propios ciudadanos en su sistema represor. Pasa ineludiblemente por el ap rendizaje y repetición de las consignas fundamentales del Partido. Es el segundo nivel de c ohesión: el amor al Gran Hermano. 3. La guerra contra la verdad. Orquestada por los m edios de comunicación, consiste en un lavado de cerebro permanente de las masas. Configura la re alidad que el Partido quiere imponer. A falta de pruebas en contrario, termina por ser La Verdad. Es un nivel más profundo de cohesión del sistema: si el recurso al enemigo externo y a la desviación ideológica no son suficientes, se encarga de anular las últimas manifestaciones espontáneas de contesta ción. No sólo hay que amar al Gran Hermano: además hay que agradecerle el bienestar actual. Tod os los adelantos, sean de la índole que sean, son obra exclusiva del Gran Hermano. 4. La guerra contra las costumbres. Consiste en dar apariencia de virtuosismo a todos los actos cotidianos. Ninguna conducta puede ser considerada errónea, so pena de incurrir en el crimental. Hay que practicar la abstinencia sexual. Hay que ac udir a los autos de fe contra los enemigos del Partido y del Estado. Hay que gritar en los Dos Min utos de Odio. No hay que dar pie a conductas ambiguas en la calle. Hay que estar siempre visible para la telepantalla. El Gran Hermano te vigila y, como corresponde a una figura fuertemente patern alista, está dispuesto a castigar al hijo descarriado que traiciona su confianza y desprecia su amor. 3.3.2 Dictadura El régimen así caracterizado es, evidentemente, una dictadura. Se ejerce un autoritarismo sin límites. No se contempla ninguna institución de par ticipación ciudadana, ni siquiera un parlamento ficticio en el que exista una democracia fingida. N o hay que convencer a nadie de las bondades del régimen. Al estar cerrado al exterior, el Estado no tiene que rendir cuentas a institución o potencia extranjera alguna. Al ser la dictadura perfecta, la opinión pública es irrelevante. Es más: la opinión pública no existe.
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