by GK CHESTERTON · Cited by 30 — En Francia sobrevino el gobierno absoluto, precisamente porque no era gobierno personal. El rey era una entidad como la república. Las repúblicas medievales se
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 2 2 PEQUEÑA CLAVE PARA LA PEQUEÑA HISTORIA Además de las notas que acompañan a esta traducción, conviene que el lector no familiarizado con la historia inglesa recorra las siguientes líneas, donde se ha procurado extractar los hechos absolutamente indispensables para la inteligencia de la PEQUEÑA HISTORIA. La provincia de Britana -Redondeando cifras, la romanización de la provincia de Britania abarca del año 50 a. J. C. al 450 de la Era vulgar. Julio César hizo un-tanteo militar en la Britania el año 55 antes de J. C., y al año siguiente volvió. La verdadera conquista romana comenzó en 43 a. J. C., bajo Aulio Plautio. A principio del siglo V, la Britania queda cortada de Roma por una doble causa: 1) La conquista de las Galias por los teutones; las Galias eran el camino entre Inglaterra y Roma; 2) Las invasiones de laxos, anglos e iutos en Inglaterra. El rey británico Vortigern los había llamado para que le ayudaran a contener la furia de los salvajes pictos de Escocia y de los piratas irlandeses; pero los aliados no salieron más de Inglaterra. Entre tanto, Roma ya había dejado allí algunas simientes de cristianismo. La era de las leyendas. La derrota de los bárbaros.-La época del dominio anglosajón va de 450 a 1016. Chesterton subraya los dos grandes hechos espirituales de esta época: 1) La enorme producción legendaria, la efervescencia de la fábula; y 2) La lucha y triunfo final del cristianismo contra las divinidades furiosas de los bárbaros invasores. He aquí, por otra parte, los hechos políticos que sirven de fondo a estos hechos espirituales. Los dos jefes sajones, Horsa y Hengist, tratan con Vortigern y se establecen en la isla de Thanet. Poco después, Hengist asienta en Kent su reinado. El misterioso Arturo, figura mítica en quien se descubren los rasgos de una divinidad céltica, combate-dice la leyenda-contra los invasores sajones, y muere a manos de ellos. Siglos después, la figura de Arturo resurgirá como centro del ciclo bretón de leyenda caballeresca, cristianizándose como la leyenda del Grial. En tanto, los invasores penetran y establecen centros, reinados, en el Norte (Northumbria), en el Sur (Sussex), en el Este (Essex), en el Oeste (Wessex). El catolicismo avanza sobre ellos en dos olas, que al principio parecen chocar y al fin se funden en la línea ortodoxa: 1) Una ola viene del Occidente, de Irlanda, de la catedral de Glastonbury, donde las primeras aguas cristianas se habían conservado sin merma. 2) Otra ola viene del Oriente, con la misión romana de San Agustín. Este, en 597, convierte a los sajones de Kent, y es el primer arzobispo de Cantorbery. Propagación de monasterios y gran actividad conventual. Egberto, rey de Wessex, unifica a Inglaterra bajo su cetro. Pero, a principios del siglo IX, sobrevienen nuevas invasiones danesas que amenazan «desbautizar» la tierra. En 871, el «buen sajón», que dice Dickens-Alfredo el Grande-, derrota, tras varios años de lucha, a los daneses y hace bautizar a su jefe Guthrum. Los daneses triunfarán al fin, puesto que ya en 1016 el rey de Inglaterra es un danés-Canuto-; pero Canuto gobernará en nombre de Cristo; de suerte que el verdadero triunfo de Alfredo-explica Chesterton-consiste en haber impuesto el bautismo a los invasores. San Eduardo y los reyes normandos.-Años 1016 a 1189. Era que va de la conquista normanda hasta la cruzada de Ricardo Corazón de León. La transición del rey danés de
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 3 3 Inglaterra al conquistador normando de Inglaterra es la historia de un pretexto diplomático que favorece una invasión militar; y esto acontece conforme a la diplomacia del tiempo, que era cierto código de honor sobre la palabra empeñada y los deberes de armas. He aquí la historia: Eduardo el Confesor prometió su sucesión al heredero del ducado de Normandía. Harold, otro posible sucesor de Eduardo, ofrece respetar aquella promesa. Pero a la muerte de Eduardo, se declara rey. faltando a su palabra. Guillermo-vasallo del rey de Francia y duque de Normandía, llamado más tarde Guillermo el Conquistador-4e obliga por las armas a cederle el trono, al cual se consideraba con derecho. Pero Guillermo-advierte Chesterton-fracasa en su intento de hacer de Inglaterra una monarquía unida, a la manera de Francia. Lo heredan sus enconados hijos: primero gobierna Guillermo II, Rufo o el Rojo, llamado también Barbarossa; y tras éste, Enrique I, o Beauclerc, que equivale a «fino letrados. Y después Inglaterra se divide en un caos feudal, donde sobrenadan, como pueden, Esteban de Blois y Enrique II, primero de los ocho reyes de la casa Plantagenet. La era de las Cruzadas.-Chesterton describe el ambiente de las Cruzadas, y pasea por varias épocas de la historia inglesa, igualmente dominadas por la fascinación de Jerusalén. Pero se refiere, sobre todo, a la primera cruzada, la cruzada de Ricardo 1, Corazón de León, sucesor de Enrique II. Dura esta cruzada de 1190 a 1194. Es la primera experiencia del alma inglesa hacia el conocimiento de lo remoto: el principio de la epopeya naval británica. Europa era entonces una sola nación, y la Tierra Santa el frente enemigo por conquistar. La preocupación de las Cruzadas dura hasta los días de Enrique VI (-h en el año 1471). El problema de los Plantagenets. El autor retrocede al reinado de Enrique II, que precedió a Corazón de León, y aun alude de paso a Guillermo II, el Rojo, y sus disputas con el arzobispo Anselmo, a Fulk de Anjou-que figura bajo Enrique I, Beauclerc-y a Esteban de Blois, predecesor de Enrique II. Este gobierna de 1154 a 1189. Entre los sucesos de su reinado sobresale la contienda que sostuvo con Tomás de Becket, arzobispo de Cantorbery desde 1162, quien quería imponer al monarca ciertas prerrogativas eclesiásticas. En 1170, los hombres de Enrique II dan muerte a Becket. La leyenda le transforma en Santo Tomás de Cantorbery. Y Chesterton, para estudiar el carácter de este hecho, prefiere examinar lo que de él queda en las tradiciones del siglo XIV, según el testimonio literario de Chaucer (Cuentos de Cantorbery). La muerte de Becket ,dice-es el primer acto hacia el quebrantamiento del poder central en Inglaterra: enajena al rey el amor del pueblo. Este descrédito moral de la monarquía se nota más en la época del segundo hijo de Enrique: Juan Sin Tierra. (Y el autor salta aquí el reinado de Ricardo Corazón de León, de que ha tratado en el anterior capítulo, y en torno al cual ha construido su «teoría de la cruzada».) Juan gobierna de 1199 a 1216. En este tiempo, los barones obtienen de él la Carta Magna (1215), que establece constitucionalmente los privilegios de los nobles y ciertas garantías jurídicas, en detrimento del poder despótico del rey. Bajo Enrique III, sucesor de Juan, los, barones, capitaneados por Simón de Montfort, exigen la confirmación de la Carta Magna, y, por la violencia, obligan al rey a acatarla. Montfort funda así una especie de poder parlamentario frente al rey. Pero es derrotado y muerto por las huestes del rey en la batalla de Evesham (1265). En la tradición poética de los tiempos medios, Francia es «la dulce Francia»; Castilla, «Castilla la gentil»; Inglaterra, por antonomasia, «la alegre Inglaterra». ¿Qué quiere decir la alegre Inglaterra?-Aquí Chesterton diserta sobre los aspectos
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 4 4 risueños de la vida medieval, y describe, especialmente, la organización de las libertades populares, mediante el sistema de los gremios y privilegios y sus muchas ventajas; la aparición de la clase campesina y las nuevas condiciones de la vida rural; las propiedades comunales de gremios, parroquias y monasterios; el gran desarrollo anónimo del arte, todo característico de los últimos siglos medios. La organización del Parlamento a que se refieren las últimas líneas del capítulo tuvo lugar bajo Eduardo I-sucesor de Enrique III-el año 1295. La nacionalidad y las guerras con Francia.-El autor estudia aquí las causas que determinaron la formación de los sentimientos nacionales en la Europa medieval y los primeros efectos que esto produce en el reinado de Eduardo I, sucesor de Enrique III. En 1291 se celebra en Northam un parlamento sobre la sucesión escocesa, y Eduardo, el árbitro, decide, como en la fábula, apropiarse el objeto de la disputa. Entre los pretendientes, John Balliol y Robert Bruce, da la razón al primero, pero recordándole que es su vasallo. El incipiente nacionalismo escocés acaba por irritarse ante las obligaciones del vasallaje, y Escocia se subleva. Wallace es el campeón de los sublevados. Entre éstos iban Robert Bruce, el nieto (futuro rey de la Escocia independiente), y Comyn, sobrino de Balliol. Balliol había sido desterrado a Normandía. Bajo Eduardo 11 (1323) se firma una tregua con Escocia. Pero la causa escocesa triunfará con Robert Bruce, el nieto, bajo Eduardo III (1328). Hasta aquí el nacionalismo escocés. Bajo el mismo Eduardo III, que asciende al trono en 1327, el nacionalismo francés tiene una poderosa manifestación: en 1337, Eduardo III comienza la campaña de Francia, campaña provocada también por un conflicto de pretensiones dinásticas. Las guerras con Francia afirman el sentimiento patriótico, que ya se revela claramente en la victoria de Azincourt (1415), bajo el rey Enrique V. Este abril del sentimiento patriótico coincide-dice Chesterton -con el octubre de la sociedad medieval. El capítulo recorre, más o menos, el período de 1272 a 1431, año en que muere Juana de Arco, la heroína de Francia. La guerra de los usurpadores. El autor retrocede un poco para destacar otros aspectos de la época, y luego adelanta algunos años más. De suerte que el capítulo abarca desde la monarquía de Ricardo II (1377) hasta la caída de Ricardo III y la subida de los Tudores (1485). Primero, una sublevación del pueblo, de los labriegos, y después, una serie de usurpaciones y riñas por la corona, dan carácter al ciclo. La sublevación acontece en 1381, bajo Ricardo II, provocada por las cargas impuestas a la población campesina y los males y pobrezas de la larga guerra de Francia. El rey está dispuesto a transigir, pero el Parlamento se lo impide. El Parlamento, que había brotado de los gremios del pueblo, es ya una secta aristocrática. El rey ya no es intocable. El duque de Gloucester se hace jefe de la oposición parlamentaria. El rey, en 1397, se apodera del duque, que muere en la prisión, castiga a los amigos de éste e inaugura, con el golpe de Estado a que se refiere el autor, un gobierno despótico, desconociendo ciertos actos anteriores del Parlamento. Poco después, el rey destierra a Francia a Enrique de Hereford (Bolingbroke), hijo del duque de Lancaster. En 1399 conduce una expedición a Irlanda, dejando de regente al duque de York. Enrique de Hereford vuelve de Francia, obtiene la sumisión del duque de York, y cuando Ricardo II regresa, ha perdido el reino, y se ve obligado a abdicar. El Parlamento erige en monarca a Enrique de Hereford, primer rey de la casa Lancaster, que gobierna bajo el nombre de Enrique IV. Este y los demás monarcas de su casa (Enrique V y VI) se esfuerzan por gobernar bajo el consejo
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 5 5 del Parlamento. En tiempos de Enrique VI, el duque de York-que alegaba pretensiones ‘al trono-rivaliza en el poder con el conde de Somerset, y esta rivalidad acaba por engendrar la Guerra de las Dos Rosas (1450-1471): la Blanca (Lancaster) contra la Roja (York). Las dos casas se disputan el trono. Con el apoyo de Warwick triunfa York. Los monarcas de esta casa son Eduardo IV, Eduardo V y Ricardo III. Contra éste se levanta Enrique Tudor, y le derrota en la batalla de Bosworth (1485). En adelante, el Tudor gobierna con el nombre de Enrique VII. La rebelión de los ricos (1485-1553).-Salvo una alusión a la política económica de Enrique VII, el autor dedica este capítulo a los reinados de Enri- que VIII y Eduardo VI. Es la época del Renacimiento en la cultura y de la Reforma religiosa. Comienza a crearse una nueva aristocracia inglesa. Cambian los fundamentos económicos de la sociedad, en merma de las comunidades populares y monásticas y en beneficio de los señores. Enrique VIII (el rey Barba Azul) se constituye defensor del Papa, ya en lo diplomático ante el rey de Francia, ya en lo teológico ante Lutero. En 1509, cuando empezó a reinar, Enrique VIII se había casado con Catalina de Aragón. En 1528 sobreviene una crisis que divide su reinado en dos partes: Enrique se emperra en divor-ciarse, para contraer matrimonio con Ana Bolena. El Papa, que estaba a la sazón en manos de Carlos V-sobrino de Catalina-, niega el permiso del divorcio. Entonces Enrique VIII se declara cabeza de la Iglesia anglicana, rompe con Roma, y se divorcia de propia autoridad. En cuanto al fondo, se mantiene, si cabe decirlo, ortodoxo, y persigue a los luteranos. Confisca los bienes de los monasterios y clausura éstos, por ser los últimos reductos de la autoridad papal. El levantamiento popular que esta política produjo (Peregrinación de Gracia, 1537) es tocado con dureza. Entre tanto, el rey se ha casado secretamente con Ana Bolena (1533), a quien después hace coronar como reina. En 1536 muere su primera esposa, Catalina. Y el 19 de mayo del mismo año hace ejecutar a Ana Bolena por adulterio, y al día siguiente se casa con Juana Seymour. Del primer matrimonio había nacido María; del segundo, Isabel; del tercero, Eduardo, que será su sucesor inmediato. Juana Seymour muere. Enrique se casa entonces con Ana de Cleves, y a poco deshace su matrimonio. Se casa con Catalina Howard, y después la manda ejecutar por infiel. Finalmente, se casa con Catalina Parr, que se las arregla, como Jerezarda, para salvarse, y aun logra sobrevivir a su terrible esposo. De paso, y según los trances de su política público-doméstica, ha ido desprendiéndose de sus mi-nistros y consejeros: Wolsey, Moro, Cromwell. Estos dos mueren decapitados; aquel, preso. Enrique VIII muere en 1547, y le sucede su hijo Eduardo VI, que queda bajo el protectorado del conde de Hetford (de la casa Seymour), quien pronto se nombra duque de Somerset y hace barón a su hermano Eduardo de Seymour. Este alcanza gran valimiento en la Corte, y el de Somerset le hace ejecutar por cargos de traición al rey. Los nobles se apoderan de la tierra para mantener los ganados, que rinden más que las cosechas, y con esto arruinan y saquean al pueblo. Eduardo VI es ya protestante. España y el cisma de las naciones (1553-1603).Reinados de María Tudor y de Isabel (María, hija de Enrique VIII y Catalina, la primera mujer; Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, la segunda mujer). María es católica, y persigue y quema a los protestantes; pero no devuelve a la Iglesia su antiguo poder. Sus persecuciones están como simbolizadas en los nombres de los tres mártires de Oxford: Crammer, Ridley y Latimer. El primero (1489-1556) fue arzobispo de Cantorbery. El sugirió a Enrique VIII la idea de atenerse, para su proyectado primer divorcio, no a la autoridad del Papa, sino a la
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 6 6 opinión de los letrados de Inglaterra. En adelante, le ayudó siempre a deshacerse de sus mujeres. Trabajó después, bajo Eduardo VI, por la Reforma, y contribuyó a formar el Libro de Oraciones en lengua inglesa. El segundo (1485-1555) sancionó, como individuo universitario, el primer divorcio de Enrique VIII. Obispo de Worcester, predica la Reforma, por la cual sufre algunos castigos. Bajo Eduardo VI renuncia al episcopado y se dedica a la predicación y beneficencia. El tercero (1500-1555), obispo de Londres, imbuido en las ideas reformistas, fue capellán de Crammer y de Enrique VIII. Quiso defender las pretensiones de Lady Juana Grey al trono de Inglaterra. María Tudor hizo decapitar a Juana Grey en 1554. En 1558, Inglaterra pierde Calais, bajo el ataque del duque de Guisa. Bajo la reina Isabel, Inglaterra cobra conciencia de su fuerza. Derrota la armada Invencible (1588), y aparece ya como una potencia cismática, al lado de otras naciones del Norte. La reina Isabel fue llamada la Reina Virgen, sin duda, como dice Dickens, por «el profundo disgusto con que veía que se casara la gente». La era de los puritanos. Desde la segunda mitad del siglo XVI, bajo la reina Isabel, comienza a crecer el movimiento puritano, empeñado en «purificar» a la Iglesia de los abusos papales. Bajo los Estuardos (1603-1688), el puritanismo se desarrolla. En 1620, una partida de puritanos (los «Padres peregrinos») se embarca hacia la nueva Inglaterra, en busca de la libertad religiosa: había comenzado la lucha entre los Estuardos y los puritanos, de que habla Chesterton; culmina en la decapitación de Carlos I. Los sucesos entre Inglaterra y Escocia a que el autor se refiere, pueden resumirse así: en tiempos de la reina Isabel, María Estuardo, la reina de los escoceses, tenía pretensiones al trono de Inglaterra. El Papa, que desconocía a Isabel, apoyaba a María Estuardo. Esta era esposa del heredero de Francia y contaba con el apoyo de Francia. La situación se agrava cuando su esposo asciende al trono francés (Francisco II). John Knox y otros reformistas propagan el protestantismo en Escocia con cierta ferocidad. Francisco II y María Estuardo son católicos, y envían tropas francesas a Escocia para defender los monasterios. Dominado el protestantismo en Escocia, las tro-pas francesas podrían continuar combatiendo en Inglaterra, y acaso acaso conquistar a Inglaterra. La congregación de los protestantes en Escocia pide y obtiene el auxilio militar de Isabel. Muerto Francisco II, María vuelve a Escocia. La lucha, sorda, se prolonga entre la católica María y la protestante Isabel. Los descontentos de Escocia se pasan a Inglaterra, donde Isabel los protege más o menos abiertamente. Del matrimonio de María con Lord Darnley nace Jacobo, futuro rey de Inglaterra. Muere Darnley; el pueblo considera a María cómplice de su muerte. Y María, que tenía el defecto contrario al de Isabel, se casa con Bothwell. Los nobles escoceses se unen para defender de Bothwey a Jacobo, el heredero; y acaban por poner presos a Bothwell -que muere loco-y a María, que es obligada a abdicar, en el poder a su hermano el conde de Murray. María logra escapar, y se refugia en Inglaterra (1568), donde vivirá prisionera, de castillo en castillo, diecinueve años más, tratando en vano de defenderse de ¿as acusaciones que pesaban sobre ella. En torno suyo se agita la conspiración. Hay levantamientos católicos sangrientamente reprimidos. El Papa y otros soberanos piensan en derrocar a Isabel, poniendo a María en su lugar. El duque de Norfolk, que deseaba casarse con María, tercia en el complot, y acaba en el cadalso (1571). Y mientras estos sucesos abrían el abismo entre protestantes y católicos, llegan de París las nuevas de la noche de San Bartolomé y la matanzá de hugonotes (1572). Finalmente, en uno de tantos complots, María aparece claramente comprometida, y es juzgada y decapitada (15S7). 1l año
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 8 8 reales, sobre exportación e importación de granos. Las leyes para regular el comercio de cereales datan de Eduardo III. A principios del siglo XIX, los economistas están convencidos de que estas regulaciones artificiales no hacen más que sacrificar el interés común al supuesto interés de algunos terratententes. En 1836 surge en Manchester un movimiento para derogar este cuerpo de leyes, y se forma al objeto una liga librecambista (Anti-Corn Law League). Poco a poco fueron bajando las tarifas de importación (1843-1846), no sin que esto causara trastornos políticos y vaivenes ministeriales, y para 1869 tales tarifas quedaron abolidas. Posteriormente, el partido conservador ha obtenido que se impongan, transitoriamente, tarifas moderadas. Entre tanto; el progreso industrial ha convertido a Inglaterra en taller del mundo. Las industrias agrícolas, ya florecientes bajo Jorge III, se desarrollan aún más cuando, en 1767, Brindley une por un canal a Manchester y Liverpool, abriendo la era de los transportes acuáticos. (Llego a haber unos tres mil canales navegables.) Hacia mediados del siglo XVIII, la industria del hierro y el carbón revoluciona al mundo, dando a In-glaterra una primacía definitiva. James Watt, en 1765, transforma el motor de vapor, de simple juguete, en corazón de toda industria. Y el invento acaece precisamente cuando ya el trabajo de mano no bastaba a la demanda fabril. Durante la guerra napoleónica, Inglaterra se alza con el monopolio de las industrias textiles. Toda esta prosperidad-dice Chesterton-sólo va aprovechando a la oligarquía; y le parece que Cobbett lo previó así y trato de levantar al pueblo contra el industrialismo. Lo cual produce una serie de incendios y saqueos de graneros y talleres, que–continúa el autor-la historia calla, y que en todo caso fueron reprimidos. En este cuadro político, Irlanda, mal gobernada y ansiosa de autonomía, es tal vez la figura más patética, en quien el malestar cobra dignidad de reivindicación religiosa. Y Chesterton examina la política de Pitt, y la en-cuentra justificada en sus medidas de guerra contra Napoleón, y equivocada en sus medidas de conciliación con Irlanda. Para Chesterton, Pitt es el creador de una falsa política de seudounión con Irlanda. Fue Pitt quien realizo, en 1800, la unión de la Gran Bretaña con Irlanda (que ya antes se le había unido y vuelto a separar). Esta unión fue el remedio de Pitt contra la rebelión irlandesa de 1798, y Pitt la logró comprando a los miembros del Parlamento irlandés. Irlanda, amen de los graves males económicos que Pitt vio claramente, padecía la necesidad: 1.0, de una emancipación religiosa, y 2 .0, de una autonomía política. De aquella primera necesidad fue el portavoz Daniel O’Connell (1775-1847), que, en 1829, logro el triunfo de los católicos irlandeses (libertad religiosa), y en 1841 lucho en vano por destruir la unión con Inglaterra. La Irlanda católica le llama el «Libertador». De la segunda necesidad (Home Rule), el instrumento fue Charles Steward Parnell (1846-1891), miembro de la Cámara de los Comunes (1875), que desarrollo una estrategia de obstrucción continua en defensa de la autonomía de Irlanda. En 1886, equilibrada la proporción Łentre liberales y conservadores, da su apoyo a Gladstone, provoca así la caída de los conservadores, y obtiene que se presente a la Cámara un proyecto de Home Rule para Irlanda; pero el proyecto fracasa. En todo caso, logró arrancar al Parlamento muchos beneficios para Irlanda, y sus partidarios le llamaban «el rey irlandés sin corona,. William Ewart Gladstone (1809-1898), miembro del Parlamento desde 1832, con intermitencias, y primer ministro en 1868, es aliado de Parnell desde 1886, y en adelante sigue combatiendo por el Home Rule de Irlanda (1893: segundo fracaso). En George Wyndham (1863-1913), conservador, ve Chesterton la continuación de la política de
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 9 9 simpatía hacia Irlanda. En este matrimonio mal avenido, el irlandés -místico–se subleva; el inglés-humorista-tolera y sonríe. La vuelta de los bárbaros. Para Chesterton, la Revolución francesa todavía no llega a Inglaterra. La era victoriana fue una era de inmovilidad, a pesar de pequeños cambios conscientes y cambios inconscientes algo más considerables. Tipo de los primeros: 1.<> El plan de reforma electoral de 1832, arrancado por el pueblo al Parlamento, que sólo aumentó la fuerza de la clase media y debilitó al trabajador: «Tratamiento homeopático de la Revolución,, dice Chesterton. 2° En 1866, Benjamín Disraeli (conde de Beaconsfield, 1804-1881) extendió los beneficios de la reforma a los artesanos. Pero, para Chesterton, esto no fue más que un engañabobos: ya la clase obrera era lo bastante débil para dejarla votar sin peligro, y ya la oligarquía había descubierto el secreto de falsear con el soborno las elecciones. 3.° En 1884, se votó un Plan de Reforma de carácter ya social, en que por primera vez se concedía al pueblo algo de lo que en 1832 se le había escatimado: la plena ciudadanía; y por primera vez el pueblo irlandés fue admitido representativamente en el Parlamento del Reino Unido. Pero Chesterton cree ver la mentira fundamental del nuevo sistema en el hecho de que uno de los primeros actos del nuevo Parlamento-hijo de las reformas-fue la creación de numerosos talleres de pobres, que contemporáneos tan ilustres como Carlyle y Thomas Hood llamaban «la nueva Bastilla,. 4.° La ley sobre la Mendicidad (1834), cuyos antecedentes datan de los tiempos de la reina Isabel, y aun se remontan más allá, y que regula la recaudación de fondos de caridad, es para Chesterton un sistema en virtud del cual la pobreza aniquila la ciudadanía y la reduce a la esclavitud práctica. Tipo de cambio inconsciente: las «Trade Unions,, resurrección del gremio medieval, traen una visión nueva de las realidades sociales. La clase dominante, para resistir al socialismo, la hace concesiones: la más importante, las leyes de Seguros del Trabajo. Ahora bien: en esto, como en otras tendencias de la época, Chesterton advierte la dominadora influencia de Prusia, que ya, tras de sus triunfos sobre Dinamarca (1864), sobre Austria (1866) y sobre Francia (1870-71), es omnipotente. Ya antes, la política oriental de Inglaterra la había llevado a favorecer a Turquía contra Rusia (guerra de Crimea, 1853-56), suponiendo que Rusia era su verdadero enemigo. Disraeli continúa esta política oriental. En 1875 adquirió, para Inglaterra, los primeros derechos sobre el Canal de Suez. En 1876 proclamó a la reina Victoria emperatriz de la India. En el Congreso de Berlín (1878), que arregló provisionalmente la cuestión balcánica, Disraeli obtuvo lo que por el momento pa- reció una derrota de Rusia y un triunfo de Inglaterra. Pero Chesterton recuerda que este Tratado de Berlín era un cuadro de pavorosas amenazas futuras (la guerra balcánica: la guerra europea). La influencia de Alemania se dejaba sentir sobre Inglaterra, tanto en materia de reformas sociales como en materia de cultura. La guerra de 1914 vino a despertar a la Gran Bretaña de sus sueños germanizantes. Y el libro concluye en un alegato por la Edad Media, por Francia, por el catolicismo, y por una política gremial que contrarreste todo socialismo a la alemana.
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 1010 I INTRODUCCION Con sobrada razón se me podría preguntar que cómo me atrevo-aun bajo el estímulo de un desafío-a componer un ensayo sobre la historia inglesa, por muy popular que aspire a ser, yo, que no pretendo lucir con erudición de especialista;_ yo, que no soy más que un hombre del público. A esto respondo que se al menos lo bastante para asegurar que todavía no ha escrito nadie una historia desde el punto de vista del público. Las que solemos llamar historias populares, más bien debieran llamarse antipopulares. Todas, casi sin excepción, están concebidas en contra del pueblo: o lo ignoran, o intentan demostrar laboriosamente sus errores. Verdad es que Green llama a su libro Pequeña historia del pueblo ingles. Pero parece haberse figurado que al pueblo le importaba un comino el nombre que le dieran. Llama, por ejemplo, «La Inglaterra puritana» a una parte de su obra, e Inglaterra nunca fue puritana tan justo sería denominar «La Francia puritana» al advenimiento de Enrique el navarro. Con igual razón, un historiador del partido Whig pudiera entonces titular «La Irlanda puritana» al capítulo sobre las campañas de Wexford y Drogheda1. Pero donde las llamadas historias populares contrarían de modo más manifiesto las tradiciones populares, es en lo concerniente a la Edad Media. Hay un contraste casi cómico entre lo que nos dicen so.bre la Inglaterra de estos últimos siglos-que ha visto desarrollarse el sistema industrial moderno-y lo que nos cuentan de los otros siglos anteriores o medievales. Un humilde ejemplo dará idea del arte de guardarropía con que se pretende salir del paso cuando se trata de ilustrar la era de los abades y los cruzados. No hace muchos años apareció una Enciclopedia popular destinada, amen de otras cosas, a difundir entre las masas el conocimiento de nuestra historia. Hojeándola, doy con una serie de retratos de los monarcas ingleses. Nadie iba a figurarse que todos fueran autenticos, pero por eso mismo interesaban más los que tenían que ser, a la fuerza, reconstrucciones imaginarias. En la literatura de cada época nunca faltan materiales excelentes para reconstruir el retrato de personajes como Enrique II o Eduardo 1. Pero los autores de la Enciclopedia no se fatigaron en buscarlos ni se les ocurrió aprovecharlos. Así, en la estampa que pretende ser Esteban de Blois, veo -¡oh sorpresa!-un caballero cubierto con uno de esos yelmos de bordes de acero, retorcidos como cretiente, propios del tiempo de las lechuguillas y el calzón corto. Y tengo mis sospechas de que la cabeza procedía de alguno de esos alabarderos que, en los cuadros de historia, presencian, por ejemplo, la ejecución de María, reina de los escoceses. El alabardero llevaba un yelmo; el yelmo, ¿no es cosa medieval? Pues cátate que cualquier yelmo viejo le vendrá muy bien al rey Esteban. Figuremonos ahora que el lector, buscando el retrato de Carlos I, se encuentra, en 1 Ciudades irlandesas sitiadas por Cromwell en 1649.
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Librodot Pequeña Historia de Inglaterra G. K. Chesterton Librodot 1111lugar de el, con la cabeza de un guardia. Supongamos que esta cabeza, con su moderno yelmo inclusive, procede de una instantánea : sea, por ejemplo, la detención de Mrs. Pankhurst, publicada en el Daily Sketch. Yo creo que podemos. jurarlo: el lector se negará rotundamente a admitir la tal cabeza por retrato hecho en vida de Carlos 1. Lo menos que pensará es que se trata de una equivocación inconsciente, de una «errata». Y, con todo, el tiempo que va del rey Esteban a la reina María es mucho mayor que el que media entre la epoca de Carlos 1 y la nuestra. La revolución operada en la sociedad entre los primeros cruzados y el último de los Tudores, es inconmensurablemente más profunda y completa que cuantos cambios ha podido haber de Carlos acá. Y, sobre todo, aquella revolución debe considerarse como esencialísima en toda obra que pretenda ser historia popular. Porque esa revolución nos hace ver cómo alcanzó nuestro pueblo sus máximas conquistas, y cómo, hoy por hoy, ha venido a perderlas todas. Y despues de esto, creo poder afirmar con toda modestia que no estoy tan ayuno de historia inglesa, y que tengo tanto derecho para emprender un resumen popular de ella como el que le plantó al cruzado un casco de alabardero. Pero lo más curioso, lo más asombroso de esos libros que digo, es el descuido-la completa omisión más bien de cuanto atañe a la civilización medieval. Sí; las historias populares excluyen sistemáticamente el estudio de las tradiciones populares. Al obrero, al carpintero, al tonelero, al albañil, les han enseñado que la Carta Magna es algo tan remoto como el pingüino, con la diferencia de que su casi monstruosa soledad no se debe a que se haya quedado atrás, sino a que se adelantó a su tiempo. Pero nunca les han dicho que la tela misma de la Edad Media está tramada con el pergamino de las cartas y privilegios ; que la sociedad fue en otro tiempo un verdadero sistema de cartas, y esto en un sentido que precisamente le interesa mucho al obrero. El carpintero ha oído hablar de las cartas de los barones, dictadas, sobre todo, en apoyo de los privilegios de los barones; pero nunca le han dicho una palabra sobre las cartas de los carpinteros, de los toneleros y demás gremios parecidos. Los chicos, educados con los mecánicos manuales de escuela, lo único que saben del burgués es que era un señor encamisado con una soga al cuello. No se figuran, seguramente, lo que el burgués significó en la Edad Media. Los tenderos de la era victoriana son incapaces de imaginarse a sí mismos tomando parte en aventuras tan romancescas como la de Courtral, donde los tenderos de la Edad Media conquistaron, efectivamente, sus espuelas. Y más aún, puesto que conquistaron las de sus enemigos. Finalmente, para contar lo poco que se me alcanza de esta verdadera historia, ofrezco una muy sencilla excusa y razón. En mis muchas andanzas he tenido ocasión de conocer a un hombre que habla vivido relegado a las últimas dependencias de una gran casa, sólo alimentado con los desperdicios, y cargado, en cambio, con todos los trabajos. Sé que pretenden sofocar sus quejas y justificar su miserable estado con unas historias que le cuentan: de cómo su abuelo fue un chimpancé, de cómo fue su padre un hombre silvestre cogido por unos cazadores, quienes le domesticaron hasta reducirle a un término cercano a la inteligencia. A la luz de estas explicaciones, el pobre hombre debe vivir agradecido de la existencia casi humana que ahora disfruta, y contento con la esperanza de dejar tras de sí un animal algo más evolucionado. Pero he aquí que el sagrado nombre de Progreso, con que semejante historia se ampara, dejó de satisfacerme en el punto mismo en que sospeché-y descubrí-que era una impostura. Y ahora se ya lo bastante sobre el origen de mi hombre, para darme cuenta de que no viene evolucionando desde abajo, sino que-sencillamente-le han desposeído de su puesto natural. Su árbol genealógico no tiene nada
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