by E Gallo · Cited by 27 — lismo clásico”, en Varios Autores, Liberalismo y Sociedad, Ensayos en beral clásica, la noción de gobierno limitado, cuando afirma que:.
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ENSAYONOTAS SOBRE EL LIBERALISMO CLASICO*Ezequiel Ga llo**”Sempre la confusión delle persone principio fu del mal della cittade” Dante Alighieri, Divina Comedia, C. 1310-14 El término liberalismo ha sido objeto, en tiempos recientes, de una c ons-tante distorsión en su s ignificado. Por esta razón el autor, en un esfuerzo por despejar el concepto de interpretaciones erróneas, recurre a textos li- berales clásicos para encontrar los verdaderos fundamentos. En relaciónal liberalismo y el gobierno, recoge dos principios básicos de John Locke,el de la necesidad de la e xistencia de un gobierno que proteja los dere-chos y libertades de los individuos de toda agresión ile gítima y el de que ese gobiern o debe limitarse a funciones que protejan la vida, libertad y posesiones.Se refiere también a la relación entre liberalismo y economía y al errorampliamente difundido acerca de su preocupación fundamental por los aspectos económicos. Ante esto, demuestra que distintas escuelas l ibera-les coinciden en dar al hombre una dimensión más am plia que la pura-mente económica. Un punto central del pensamiento político lib eral ha sido la preocupación por la forma de gobernar, el cómo se gobierna y los límites del poder. Sobre el ámbito político, los autores clásicos tenían la fuerte convicción de que era un medio para proteger lo s derechos indivi-* Versión corregida y ampliada de Ezequiel Gallo, “Notas sobre el libera-lismo clásico”, en Varios Autores, Liberalismo y Sociedad, Ensayos en honor del Profesor Dr. Alberto Benegas Lynch, Buenos Aires, 1984.** Investigador del Centro de Investigaciones Sociales del I nstituto TorcuatoDi Telia y del Centro de Estudios Internacionales, Universidad de Belgra-no, Buenos Aires; Ph. D. en Historia, Universidad de O xford. Entre sus li- bros destacan La Formación de la Argentina Moderna (Buenos Aires, Pai- dos, 1968); La República Conservadora (Buenos Aires, Paidos, 1973); La Argentina del Ochenta al Centenario (Buenos Aires, Editorial Sudaméri-ca, 1980). El Dr. Gallo fue distinguido en 1975 con la Simón Guggen-heim Fellow.
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244 ESTUDIOS PÚBLICOS duales, y una evidente desconfianza por la tendencia a considerar los ins-trumentos políticos como fines en sí mismos. En est e sentido, el métododemocrático parecería a los liberales la forma más eficaz de proteger tales derechos.Se concluye que el liberalismo es un conjunto de principios coherente-mente ent relazados y que por lo tanto se puede aceptar o rechazar, modi-ficar en los aspectos no esenciales, pero difícilmente pueda “modernizar-se” para hacerlo más “social”, pues sólo se lograría distorsionar el cuerpo de ideas y dificultar su aplicación política y económica.Uno de los rasgos menos estimulantes de los tiempos que co- rren es la distorsión que han sufrido a lgunas palabras que antes te- nían significados bastante precisos. Las causas de este fenómeno son múltiples y complejas; vano sería, por lo tanto, analizarlas en unas pocas páginas. Los resultados de esta p ráctica son, por el con trario,visibles y contundentes y no hacen más que confirmar a diario las palabras del Dante que encabezan este ensayo.En pocos campos del saber han sido estos resultados tan perni- ciosos como en el de las disciplinas que estudian la acción humana.El progreso de esta temática dependió en el pasado de un progresivo refinamiento en la clasificación, y posteriores subclasificaciones de los fenómenos que eran objeto del análisis académico. A su vez, esta tarea dependía sustancialmente de definiciones y usos cada vez más ajustados de los términos involucrados en el análisis.1 Hoy, muchagente parece encontrar trivial este viejo procedimiento y se muestra ansiosa por h allar rel aciones constantes entre términos generalmentemal definidos y clasificados.Liberalismo ha sido uno de los vocablos más severamente mal- tratados en tiempos recientes. La confusión provocada por el mal uso del término ha llegado a tal extremo, que algún autor sugirió la conveniencia de abandonarlo y sustituirlo po r otro que reflejara me- jor su sentido original. 2 Desde temprano, el término liberal fue utili-zado para denominar dos tradiciones bastante encontradas del pen- samiento político. La primera provenía de la e xperiencia anglosajo- na; la segunda tuvo su origen en la Ilustración francesa.31 Para Mill, la fuente más fértil de las falacias de generalización es “e nglo-bar en el mismo grupo y bajo el mismo nombre cosas que no tienen las mismas propiedades”. Cfr . J. S. Mill, A Sistem of Logic, Londres, 1867,p. 525. 2 F. A. Hayek propuso volver a usar el viejo término “Whig” para evitarconfusiones. Ver su The Constitution of Liberty, Londres, 1960, pp. 408-410. Para un análisis de los distintos usos que se dan a la palabra ver F. Machlup, “Liberalism and the Choice of Freedom” en E. Streissler(ed.) Roads to Freedom. Essays in Honour of Friedrich A. von Hayek, Londres, 1969.3 Para una buena distinc ión entre ambas tradiciones ver I. Berlin, “TwoConcepts of Liberty” incluido en sus Four Essays on Liberty, Oxford, 1969.
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NOTAS SOBRE EL LIBERALISMO CLASICO 245 Con el correr del tiempo la confusión se fue agravando hasta llegar hoy a una situación caótica en la cual el término evoca cosasmuy diversas para distintos observadores. En tiempos recientes, este estado de c osas se ha agravado por la creciente manía de ca lificar el vocablo original (liberalismo social, liberalismo humanista, neolibe-ralismo, liberalismo nacional, etc.).Ahora bien, en su uso original dentro de la tradición anglo-sa- jona, el término transmitía algo claro y sencillo. Los liberales clási- cos estaban principalm ente preocupados por establecer límites a la acción de los gobiernos. Eran gentes más obsesionadas con cómo se gobernaba que con quién lo hacía. En otras palabras, los liberales eran los partidarios del gobierno limitado. Fue Benjamín Constant quien diseñó, quizá, la fórmula más contundente para transmitir el núcleo central de la preocupación liberal: “La universalidad de los ciudadanos es el soberano (. ..). Pero no se sigue de aquí que la universalidad de los ciudadanos o aquellos que por ella están investidos de soberanía, puedan dis- poner soberanamente de la existencia de los individuos. Hay,por el contrario, una parte de la existencia humana que, por necesidad, permanece individual e independiente, y que está de derecho fuera de toda competencia social. La soberanía no existe sino de manera limitada y relativa. En el punto que co- mienza la independencia de la existencia individual se detiene la jurisdicción de esta soberanía (. ..); aun cuando fuese la na- ción entera la que al individuo oprimiese, no será por eso la o- presión más legítima”. 4La protección de esa parte de la existencia humana que era de derecho independiente de toda soberanía política y socia l, se consti- tuyó así en el punto de partida de esta tradición de pensamiento. Este ámbito privado independiente debía estar protegido de toda in- tervención ilegítima a través de un sistema de leyes universales y jus- tas. Las acciones injustas se definían, en consecuencia, como”. . . toda invasión en el dominio protegido de otros indivi-duos. Las reglas de conducta justa deben, por lo tanto, permi- tirnos establecer cuál es la esfera en la vida de otros que está protegida. Desde la época de John Locke es habitual describireste ámbito protegido como propiedad (que Locke definió co- mo ‘la vida, libertad y posesiones de un hombre’). El términosupera, sin embargo, una concepción estrecha y puramente ma- terial del ámbito protegido que incluye no solamente bienesmateriales sino también derechos sobre terceros y ciertas ex- pectativas. Si el concept o de propiedad es interpretado (comolo hizo Locke) en un sentido amplio, entonces es verdad que la 4 B. Constant, Principios de política, Buenos Aires, 1943, pp. 19-20.
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246 ESTUDIOS PÚBLICOS ley, en el se ntido de reglas justas, y la institución de la propie-dad son inseparables”. 5La cita precedente transmite claramente cuáles son las acciones humanas que constituyen el ámbito que debe ser protegido. Cons-tant había señalado que lo que se protegía del c ontrol y la regimen-tación gubernamental era la libertad de los individuos para partici-par en una serie de ámbitos no-políticos de interacción como la vida económica, la religión, la educación y h asta los “viajes internaciona-les y el amor romántico”. En otras palabras, lo que Alexis de Toc- queville llamaba “las libertades cotidianas”, las que para estos auto-res incluían el “derecho de ejercer influencia en la administracióndel gobierno”. 6Liberalismo, Gobierno, Religión y EconomíaSi lo que obsesiona al liberal es la defe nsa y ampliación progre- siva de ese ámbito de interacción individual, cab e preguntarse si no sería preferible extenderlo completamente y eliminar de esta mane-ra toda forma de gobierno. ¿No sería mejor dejar todo librado a la decisión espontánea y libre de lo s individuos? Es posible que si algu- na utopía cabe en la mente liberal, ésta sea la de un orden anárquicofirmemente basado en la propiedad privada. No es, sin embargo, la distracción la que llevó a subrayar las palabras utopía y orden. Se ha dicho, con razón, que muchos ámbitos de la vida de relación fun cio-nan ordenadamente sin que sea necesario introducir reglas c ompulsi-vas de comportamiento. El problem a radica en que “bast aría que haya una sola persona que pensara que es apropiado restringir la li- bertad de otros para compelirlos a adecuarse al estilo de vida del agresor, para que ningún orden anarquista pueda sobrevivir”.7En rigor, estos pensamientos estaban claramente explicitadosdesde los orígenes del pensamiento liberal clásico. No está de más recordar en este contexto las conocidas reflexiones de John Locke:”Si el hombre es tan libre como hemos explicado en el estadode naturaleza, si es señor abs oluto de su propia persona y de sus bienes, igual al hombre más encumbrado y libre de toda su- jeción, ¿por qué razón va a renunciar a esa libertad, a ese po- der supremo para someterse al gobierno y a la autoridad de otro poder? La respuesta evidente es que, a pesar de disponerde tales derechos en el estado de naturaleza, es muy inseguroen ese estado el goce de ellos, y se encue ntra expuesto constan-5 F. A. Hayek, “The Principies of a Liberal Social Order” incluidos en sus Studies in Philosophy, Politics and Economics, Londres, 1967, p. 162. 6 B. Constant, Cours de politique constitutionnelle, París, 1872, ii, p. 541.7 J. Buchanan, The Limits of Liberty. Between Anarchy and Leviathan, Chicago, 1975, p. 2 y ss.
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NOTAS SOBRE EL LIBERALISMO CLASICO 247 temente a ser atropellado por otros homb res. Siendo todos tan reyes como él, cualquier hombre es su igual; como la mayorparte de los hombres no observan estrictamente los mandatosde la equidad y de la justicia, resulta muy inseguro y mal salva-guardado el goce de los bienes que cada cual posee en ese esta-do. Esa es la razón de que los hombres estén dispuestos a aban- donar esa condición natural suya que, por muy libre que sea, está plagada de sobresaltos y de continuos peligros. Tienen ra- zones suficientes para procurar salir de ella y e ntrar voluntaria- mente en sociedad con otros hombres que se encuentran ya unidos, o que tienen el propósito de unirse para la mutua salva-guardia de sus vidas, libertades y posesiones, a todo lo cual lla-mo con e lnombre genérico de propiedad”.8A partir de esta premisa se siguen dos principios fundamentalesdel pensamiento liberal clásico: 1) el de la necesidad de la existencia de un gobierno que proteja los derechos y libertades de los indivi-duos de toda agresión ilegítima, y 2) el de que ese gobierno debe li- mitarse al ejercicio de la función especificada en el párrafo prece-dente. Estos principios fueron sintetizados po r Adam Ferguson haceya más de dos siglos: “La libertad no es, como podría inferirlo el origen del nombre,la libertad de toda restricción, sino la aplicación efectiva de restricciones justas a todos los miembros de un estado libre,sean éstos magistrados o subditos. Es solamente bajo restriccio-nes justas que las personas adquieren segur idad y que no pue- den ser invadidas en su libertad personal, su propiedad y su ac- cionar inocente. . . El establecimiento de un gobierno justo. .. es de todas la s circunstancias que se dan en la sociedad civil la más esencial para la libertad; cada persona es libre en la pro-porción en que el gobierno de su país es lo suficientementefuerte para protegerla y lo suficientemente limitado y pruden-te para no abusar de su poder”.9La enunciación de est os principios no debería dejar mayoresmárgenes para la ambigüedad. Pa ra un liberal clásico es bueno todo lo que posibilita una mayor extensión del á mbito de la interacción espontánea de los individuos. Es malo todo lo que interfiere con su libre desarrollo. Como, sin embargo, ese orden espontáneo requierela existencia de re glas mínimas de tolerancia recíproca, se hace ne- 8 John Locke, Two Treatises of Government (edición a cargo de Peter Las- lett, Cambridge University Press, 1976, p. 395) (Primera edición, 1714). La cita es del Second Treatise cuyo subtítulo era An Essay Concerning the True Original, Extent and End of Government). 9 A Ferguson, Principies of Moral and Political Sciences, Edimburgo, 1772,ii, p. 58 y ss.
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248 ESTUDIOS PÚBLICOScesaría la presencia de un aparato de coerción limitado exclusiva-mente a hacerlas respetar. Para esta concepción, por lo tanto, las funciones indiscutidas del gobierno son la justicia y la seguridad. Robert Nozick interpreta correctamente, dentro de la tradición li- beral clásica, la noción de gobierno limitado, cuando a firma que: “El estado mínimo nos trata como individuos inviolables que no pueden ser usados como medios [. . .], instrumentos o recur- sos de otros; nos trata co mo personas con derechos individua-les con la dignidad que resulta de esa c ondición. Tratándonos con respeto al respetar nuestros derechos, nos permite, indivi-dualmente o con la compañía que seleccionamos, elegir nues- tra vida, realizar nuestros fines [. . .]. Todo esto será posible en la medida que procuremos la cooperación voluntaria de otrosindividuos que poseen una dignidad similar a la nuestra. ¿Có-mo podría cualquier estado o grupo de individuos osar realizar más que esto?. . . ¿O menos?”. De aquí se deriva ta mbién la actitud de los liberales clásicosfrente a la religión y a la economía. La primera fue siempre conside- rada como una de las dimensiones más importantes de ese ámbito privado que se quiere proteger. Por eso, y desde sus orígenes, el li- beralismo hizo de la libertad re ligiosa uno de los grandes temas de su ideario. Lord Acton señalaba que “la idea de qu e la libertad reli-giosa es el principio generador de la libertad civil y que ésta es la condición necesaria de la religiosa” fue ya explicitada durante el si- glo XVIII. Precisamente, por ser una de las dimensiones más impor-tantes de la vida c otidiana, era uno de los campos donde menos se justificaba, y donde era más peligrosa la interferencia del “prínci-pe”. La c ontrapartida al principio de no intervención era por demásclara: las autoridades debían proteger con firmeza a los individuos de toda interferencia al libre ejercicio de sus creencias religiosas.11Se ha convertido en un lugar común sostener que el pensa-miento liberal da primacía a los aspectos materiales de la vida huma-na. Esta creencia es completamente errónea. Quienes así piensan, ol- vidan que antes de La riqueza de las naciones, Adam Smith habíaescrito la Teoría de los sentimientos morales. Economistas liberales, como los integrantes de la conocida escuela austríaca, han sido de los pocos en el á mbito académico que han señalado hasta el cansan- cio que los fines que se proponen los hombres, libre y espontánea- mente, no son primordialmente, ni mucho me nos, de índole econó-10 Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Basic Book, 1974, pp. 333-4.11 Lord Acton, Essays in the Liberal Interpretation of History (edición a cargo de William H. McNeill, Chicago, 1976, p. 292 (primera edición, 1877)). Para una posición contemporánea ver L. von Mises, Liberalismo, Madrid, 1977, pp. 74-77.
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250 ESTUDIOS PÚBLICOS orden espontáneo de interacciones individuales. Esquemáticamenteenunciadas, las razones para que esto sea así son las siguientes: a) En un mundo caracterizado por la escasez de sus recursos, un sis-tema normativo b asado en la pr opiedad privada y en el respeto a los contratos es el que economiza mejor lo s bienes escasos;17 b) el pro- greso material está e strechamente vinculado a la extensión de la di- visión del trabajo, y desde los tiempos de Adam Smith sabemos que ésta depende, a su vez, del tamaño del mercado. Este es obviamentemás grande cuanto menos restricciones existen para la s transaccio- nes individuales; 18 c) el progreso material depende, fundamental-mente, de que se haga el mejor uso posible de los conocimientosfragmentarios que se hallan dispersos entre una multitud de indivi-duos dispares. En un mundo de conocimientos limitados, el mejor sistema es aquel que brinda la información más genuina (los precios)para que sirva de base a las decisiones que debe tomar esa multitudde individuos dispersos y aislados. Cuanto más interferidos estén los hombres menos genuinos serán los indicadores a su disposición, y más altas las posibilidades de cálculos y decisiones erróneas.19Por otra parte, el bienestar material de los miembros de una comunidad depende del incremento de la riqueza. Cuanto más con- tinuo y mayor sea éste, más posibilidades existen para que los miembros menos favorecidos de la comunidad mejoren su situación presente. Para el pensamiento liberal existe, pues, una relación simé-trica positiva entre el é xito (la ganancia) de los empresarios y la can-tidad de bienes y servicios que están al alcance de todos los miem- bros de una comunidad. Para la perspectiva liberal, además, la atención y la protección de las personas menos dotadas y más s umergidas de una sociedaddependen de la intensidad de los sentimientos de cooperación y soli-daridad prevalente, y é stos, a su vez, sólo surgen con ple nitud allídonde está afianzada la noción de responsabilidad personal. No es necesario discurrir acerca de la imposibilidad de la existencia de res-17 Estos dos conceptos ya habían sido claramente señalados por David Hu- me, quien concluía que las tres principales leyes naturales eran “la estabi-lidad en la posesión, su transferencia por consentimiento, y el cumpli- miento de las promesas”. A Treatise of Human Nature, Londres, 1890,II, p. 293. 18 Estos son los temas de los tres capítulos iniciales de La riqueza de las na- ciones: “De la división del trabajo”, “Del principio que da ocasión a la di- visión del trabajo” y “La división del trabajo está limitada por el tamaño del mercado”. Cfr. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Chicago, 1976, pp. 7-25.19 El trabajo clásico sobre este tema es F. A. Hayek, “The use of Knowledgein Society”, en Individualism an Economic Order, Chicago, 1948, pp. 77- 91.
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NOTAS SOBRE EL LIBERALISMO CLASICO 251 ponsabilidad personal en situaciones caracterizadas por la ausencia de libertad. 20Hace algunas décadas, Gustave Le Bon sostenía que un pueblologra progresar rá pidamente cuando descubre que es la suma de los esfuerzos de cada individuo la que determina el rango de una nación en el mundo. 21 En esta tradición de pensamiento son los individuoslos que progresan y no un agregado colectivo, producto de una ope-ración clasificatoria de nuestra mente, que por economía de expre- sión denominamos sociedad. Es el me joramiento (espiritual, c ultu-ral, material) incesante de los individuos que las componen el que produce el fortalecimiento y el progreso de las comunidades nacio-nales. Siguiendo a Le Bon, podría sostenerse que el rango de las na- ciones depende de la existencia de normas e instituciones que haganposible el progreso individual de sus habitantes. Liberalismo y Democracia Como se ha señalado antes, los liberales centraron sus preocu- paciones en cómo se gobierna, más que en los títulos que debe os- tentar quien gobierna. En otras palabras, dieron mayor importancia al problema de los límites del poder que a la preocupación por los orígenes del mismo. Por debajo de esta relación subyacía una fuerte convicción de que el ámbito político era sólo un medio para prote-ger los derechos individuales, conjuntamente con una c orrelativadesconfianza hacia la actitud de quienes otorgaban a los instrumen-tos políticos la categoría de fines. De ahí la tajante distinción esta-blecida, tiempo atrás, por Herbert Spencer:”Aquellas porciones de poder que los ciudadanos de los paísesmás avanzados comienzan a poseer y que la experiencia enseña que son buenas garantía s para el mantenimiento de la vida, la libertad y la propiedad, son definidas como si los reclamos que hacemos por su posesión fueran de la misma naturaleza que los que tenemos por la vida, la libertad y la propiedad. Otorgar el voto, tomado en sí mismo, de ninguna manera prolonga la vida del votante, como lo hace el ejercicio de esas varias libertades que apropiadamente llamamos der echos; todo lo que podemos decir es que la posesión del voto por cada ciudadano les da a todos ellos poderes par a impedir trasgresiones a sus derechos:poderes que ellos pueden usar o no para buenos propósitos”.2220 Un reciente tratamiento de estos problemas puede verse en S. Cheung et al, The Myth of Social Cost, Londres, 1978 y A. Alchian et al, The Eco- nomics of Charity, Londres, 1974.21 Cfr. “The Psychology of Revolutions” en Gustave Le Bon. The Man and his Works, Indiana, 1979, p. 256. 22 Herbert Spencer, The Principies of Ethics, Liberty Press, ii, p. 79.
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252 ESTUDIOS PÚBLICOS En forma s imilar se ha manifestado recientemente Giovanni Sartori: “Lo que pedimos de la libertad política es la protección contra el poder autoritario y despótico. Por una situación de liber- tad, nos referimos a una situación de protección que les permita a los gobernados oponerse al abuso de poder por parte de los gober-nantes”.23 Esta protección es, por otra parte, tanto más necesariapara los mie mbros más desprotegidos y menos favorecidos de la co- munidad, aquellos que menos poder tienen para oponerse a las arbi-trariedades del poder. A este último punto se refiere Sowell cuandoafirma que la libertad “. . . es, sobre todo, el derecho de la gente or- dinaria de encontrar un espacio para sus aspiraciones y un refugio. ante la presuntuosa embestida de los que se sienten sus mayores”.Una vez establecido el orden de prelación adecuado, y defini-dos estrictamente los límites de lo público y lo privado, la gran ma- yoría de los pensadore s liberales estuvieron y están acordes en soste-ner que el método democrático (o la regla de la mayoría) es el más adecuado para decidir quiénes deben tener las responsabilidad de conducir y administrar los negocios públicos. Lo que se sostenía, di- cho de otro modo, es que en el ámbito público “cada hombre cuen- ta por uno”. 26Un argumento esgrimido en favor del método democrático es el que hace hincapié en su i doneidad para cumplir con una de las funciones más importantes del gobierno, verbi gracia, la de mantenerun orden pacífico de convivencia social.”Podemos distinguir dos tipos principales de gobierno. El pri- mer tipo incluye gobiernos que podemos reemplazar sin derra- mamiento de sangre, por eje mplo, a través de elecciones gene-rales; esto es, las instituciones sociales proveen de medios a través de los cuales los gobernantes pueden ser cambiados por los gobernados, y las tradiciones sociales aseguran que esas ins-tituciones no pueden ser fácilmente destruidas por los que de- tentan el poder. El segundo tipo incluye gobiernos que los go- bernados no pueden cambiar salvo a través de una revolución exitosa, esto es, casi nunca [.. .]. Sugiero el té rmino ‘democra-cia’ para el primer caso, y el de ‘tiranía’ para el segundo”.26Estas virtudes, sin embargo, sólo están presentes si el gobierno elegido democráticamente no excede sus funciones específicas. El poder ilegítimo “corrompe” cualquiera sea el origen de los manda-23 G. Sartori, “Liberty and Law” en K. Te mpleton Jr. (comp), The Politili- zation of Society, Liberty Press, 1979.24 T. Sowell, Knowledge and Decisions, Basic Books, 1982, p. 383. 25 J. Buchanan, op. cit., p. 2. 26 Karl Popper, The Open Society and its Enemies, Londres, 1974, i, p. 124. Cfr. también L. von Mises, Liberalismo, p. 61 y F. A. Hayek, The Constitution of Liberty, Chicago, 1976, p. 107.
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NOTAS SOBRE EL LIBERALISMO CLASICO 253 tarios. Para esta corriente de pensamiento, entonces, la dictadura de la mayoría a dolece de los mismos d efectos que el absolutismo mo- nárquico, y no es en esas circunstancias una h erramienta idónea pa- ra asegurar la paz social. No es nueva esta actitud; en 1787, JamesMadison la expresaba sin ambages en el ya clásico El Federalista: “Por eso estas democracias han dado siempre el espectáculo de sus turbulencias y sus pugnas, por eso han sido siempre incom-patibles con la seguridad personal y los derechos de propiedad,y por eso, sobre todo, han sido tan breves sus vidas como vio- lentas sus muert es”.27Recientemente, Bruno Leoni ha analizado con pre cisión esteproblema ofreciendo una ajustada descripción de las relaciones en- tre democracia y libertad individual:”Los defensores de las decisiones de grupo [. . .] están inclina- dos siempre a pensar que en éste o aquel caso las elecciones in- dividuales son mutuamente incompatibles, que lo s asuntos en cuestión son necesariamente del tipo todo o nada y que la úni-ca manera de llegar a una elección final es adoptar un procedi-miento coercitivo como el de la regla de la mayoría. Estas per- sonas pretenden ser campeones de la democracia. Pero debe- ríamos recordar siempre que, cuando se sustituye innecesaria-mente la elección individual por la regla de la mayoría, la de- mocracia entra en conflicto con la libertad individual. Es estetipo particular de democracia el que debería mantenerse a un nivel mínimo, para preservar el máximo de democracia compa- tible con la libertad individual”.28Liberalismo y PolíticaDesde los tiempos no muy lejanos de Max Weber sabemos que no son triviales las di ferencias que existen entre los fines que persi-gue el trabaj o intelectual y los que se buscan a través del accionar político.29 En el primer caso lo que se procura es la búsqueda sin concesiones de la verdad, independientemente de su impacto en las creencias prevalecientes. Al polític o, por el contrario, se lo juzga pri- mordialmente por las consecuencias de sus actos y éstas están estre- chamente vinculadas con las creencias vigentes en el momento de la acción. A él se le aplica habitualmente la conocida máxima de que “lo perfecto es muchas veces enemigo de lo bueno”. Parece obvio27 Hamilton, Madison y Jay, El federalista, México, 1957, pp. 38-9. Un buen tratamiento contemporáneo de este tema en Thomas Sowell, Know- ledge and Decisions, New York, 1980, pp . 314-15. 28 Bruno Leoni, La libertad y la Ley, Madrid, 1974, pp. 170-1.29 Max Weber, El político y el científico, Madrid, 1967.
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