Cartas a una joven psicologa curiosidad. Pero si un psicólogo lo hace sobre la sexualidad infantil, no falta el que tuerce la boca y lo interrumpe.

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Ilustración de portada: De arriba hacia abajo: Charcot hipnotiza a una mujer histérica. Grabado de Brovillet. Freud y Jung con los primeros psicoanalistas norteamericanos, afuera de la Universidad de Clark. De pie: Abraham A. Brill, Ernest Jones y Sandor Ferenczi. Sentados: Freud, Stanley Hill y Cari G. Jung. Detalle del cuadro Sin título, de Peter Blake, 1997. A la derecha: Martha Bernays, esposa de S. Freud. Edipo y la esfinge. Grabado en una vasija griega, perteneciente a la colección de antigüedades de Freud. A la derecha: detalle del cuadro Lación de anatomía del Doctor Joan Deyman, de Rembrandt. Fotografía de Pavlov con uno de sus perros. Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa ALFAGUARA Serie circular

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CARTAS A UNA JOVEN PSICOLOGA D. R. © Ignacio Solares, 1999 ALFAGIJARA ìndice De esta edición: D. R. © Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V., 2000 Av. Universidad 767, Col. del Valle México, 03100, D.F. Teléfono 5688 8966 www.alfaguara.com.mx Ł Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Calle 80 Núm. 10-23, Santafé de Bogotá, Colombia. Ł Santillana S.A. Torrelaguna 60-28043, Madrid, España. Ł Santillana S.A. Av. San Felipe 731, Lima, Perú. Ł Editorial Santillana S. A. Av. Rómulo Gallegos, Edif. Zulia 1er. piso Boleita Nte., 1071, Caracas, Venezuela. Ł Editorial Santillana Inc. P.O. Box 19-5462 Hato Rey, 00919, San Juan, Puerto Rico. Ł Santillana Publishing Company Inc. 2105 NW 86th Avenue, 33122, Miami, Fl., E.U.A. Ł Ediciones Santillana S.A. (ROU) Constitución 1889, 11800, Montevideo, Uruguay. Ł Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Beazley 3860, 1437, Buenos Aires, Argentina. Ł Aguilar Chilena de Ediciones Ltda. Dr. Aníbal Ariztía 1444, Providencia, Santiago de Chile. Ł Santillana de Costa Rica, S.A. La Uraca, 100 mts. Oeste de Migración y Extranjería, San José, Costa Rica. Primera edición: abril de 2000 Quinta reimpresión: septiembre de 2004 ISBN: 968-19-0705-1 D. R. © Diseño de portada: Angélica Alva Robledo, 2000 Impreso en México Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en Iodo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial. Carta I La flor que afecta una estrella Carta H El descubrimiento del inconsciente Carta m El caso del pequeño Hans Carta IV Escepticismo freudiano. Carta V El inconsciente colectivo. Carta VI Crisis y sublimación junguiana Carta VU Teoría de la Sincronicidad Carta VIH El Conductismo. Carta IX El Pragmatismo. Carta X La varita mágica

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Carta I La flor que afecta una estrella Este libro fue escrito con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte (FONCA) Querida Maty: Me entusiasma que quieras estudiar psicología Šdespués de la literatura, es mi disciplina predilectaŠ, aunque debo prevenirte contra posibles frustracio¬ nes. Y es que, mira: a más de dos mil años de la muerte de Sócrates y su famoso consejo: “conócete a ti mismo”, todavía no sabemos bien a bien qué estudia la psicología. Nuestra mente tiene aún vastas regiones sin ma¬ pas que las identifiquen. En relación con la fauna que ahí habita no somos zoólogos profesionales, qué va, sino meros aficionados y coleccionistas de ejem¬ plares curiosos. ¿Qué le vamos a hacer, Maty? Los psicólogos están más cerca del osado boy-scout que del científico riguroso, que todo lo quiere compro¬ bado en laboratorio para darle validez. Buenas ra¬ zones hay para que así sea. Si, decíamos, no existe en la topografía humana paisaje menos explorado que el de la mente, entonces casi todo lo referente a ella está por decirse; mejor dicho, por pensarse y discutirse. Y es lo que hacemos, discutir cada vez que sacamos a colación el tema, sentirnos todos psicólogos con derecho a opinar. Si un médico habla sobre el corazón y la circulación de la sangre, lo oímos con modestia y

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa curiosidad. Pero si un psicólogo lo hace sobre la sexualidad infantil, no falta el que tuerce la boca y lo interrumpe. O sea, primer consejo: no andes diciendo por ahí que vas a estudiar psicología: por tu edad y sensibili¬ dad, van a suponer que la que tiene flojo un tornillo eres tú. Segundo consejo: si lees algo sobre psicolo¬ gía, guárdatelo y no lo comentes entre familiares y allegados. Te podrían frustrar Šy es lo más peligroso que puede sucederteŠ los comentarios que provo¬ carías. Mucho menos interpretes el sueño de una ami¬ ga: tienes altas probabilidades de ofenderla. Toma tu distancia: como el astrónomo hace con el sol, es la mejor manera de conocer a la gente. Y es que, hay que reconocerlo, las definiciones y los rumbos de la psicología son de lo más disímiles y casi nadie se pone de acuerdo en nada. Que si es el estudio del alma (Aristóteles). ¿Pero cuál alma?, se preguntan los conductistas. ¿Quién la ha visto? (¿Tú has visto el alma de al¬ guien, Maty?) Bien mirado al actuar, el hombre es puros aspavientos, reacciones a estímulos exterio¬ res, reflejos condicionados, se mueve Šo salivaŠ como el hambriento perro de Pavlov cuando le sonaban la campanita antes de llevarle unas ricas croquetas; si queremos curar al hombre hay que descondicionarlo, cambiarle los aspavientos y el sonar de ciertas campanitas peligrosas, punto. ¿O, por el contrario, será que nuestra mente es una especie de gran mar, con apenas unos cuantos islotes y palmos de agua apacible iluminados por el sol Šregión llamada concienciaŠ y vastas, tur¬ bulentas y oscuras profundidades pobladas por amenazantes monstruos marinos que se la pasan queriendo subir a la superficie Šregión llamada inconsciente? (Freud). Aunque, fíjate, hay quienes niegan la existencia de ese inconsciente (todo el mar, el de la superficie y el de las profundidades, es uno y el mismo) y lo traducen en pura “mala fe” ante nosotros mismos. Como dice el refrán: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”: un negarnos permanentemente a darnos cuenta de lo que en verdad queremos por¬ que no conviene para nuestros fines últimos y para la imagen que pretendemos de nosotros mismos, bola de hipócritas (el psicoanálisis existencial). Pero, piénsalo, tal vez lo que predomina en nues¬ tras motivaciones es el instinto de poder (de Po¬ der), de dominio de los demás Š”ahora yo me los friego para que se les quite”Š, de una implacable y continua conquista afectiva y territorial, de autoafirmación en todo y con todos Š”mi mujer es mía, mis hijos son míos, mi casa es mía, mi negocio es mío”Š, que en realidad tan sólo compensa Š oh frustración darse cuentaŠ un escondido com¬ plejo de inferioridad (Adler). ¿O no será de veras que el medio social y políti¬ co en el que nacemos y crecemos marca con una huella indeleble nuestras acciones y nuestros sue¬ ños, nuestras represiones y libertades? Por ejem¬ plo, ya supondrás que no son los mismos los problemas psicológicos que vivieron los jóvenes españoles durante el franquismo, bajo el imperio de la Iglesia Católica, que ahora con el destape y las constantes tentaciones de la pornografía y de la droga. Medio social que, al fin de cuentas, determi¬ na nuestras tendencias hacia la vida y hacia la muer¬ te, hacia la salud o hacia la neurosis (Fromm). 13 12

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicóloga 16 17 poetas quienes se le habían adelantado en el des¬ cubrimiento del inconsciente. (En su estudio sobre Dostoyevski dice, de entrada: “Por desgracia, el psi¬ coanálisis tiene que rendir las armas ante la crea¬ ción del poeta”.) Pero esto de ninguna manera debería restar valor a sus descubrimientos, al con¬ trario. Al dar carta de ciudadanía al inconsciente y un papel preponderante en el tratamiento terapéu¬ tico, Freud puso un punto y aparte en la psicolo¬ gía, al grado de que al hablar de esta ciencia tenemos que decir antes y después de Freud, así como his¬ tóricamente decimos antes y después de Jesucristo. Por eso quiero intentar un rastreo en los antece¬ dentes de ese inconsciente, lo que nos obliga a también revalorizar disciplinas como la parapsicología y hasta la magia misma. Fíjate cómo la vertiginosa evolución de la cien¬ cia y la tecnología que hoy vemos Šy padecemosŠ ha implicado sin remedio una lucha frontal contra todo lo que suene a magia. Quedan restos de la batalla como la que libran todavía el médico y el curandero en algunas regiones no muy civilizadas, pero es evidente que el hombre ha renunciado de manera casi total a una concepción mágica del mun¬ do con fines de dominio y conquista de la natura¬ leza. También nos quedan los horóscopos, el vudú, la revista Duda, los ritos esotéricos caribeños, o quemar palmitas cuando truena muy fuerte el cie¬ lo, pero la elección entre la bola de cristal y el doctorado en psicología (como el que espero que consigas), entre el pase magnético y la inyección de penicilina cuando estás enferma de la garganta, está definitivamente hecha. ¿O qué dirías a tu mamá si con las anginas en forma de volcán en lugar de con soltar una sonora carcajada: puede ser un sín¬ toma histérico y te mete de nuevo al laberinto. A propósito, déjame contarte uno de los casos psicológicos más curiosos de que me he enterado a últimas fechas. Resulta que Norman Cousin, un periodista muy famoso del Saturday Review, cayó un buen día enfermo de anquilosamiento múltiple, una enfermedad en verdad complicada que lo te¬ nía paralizado y al borde de la muerte, con una posibilidad entre quinientas de curarse. Cousin no se resignó y decidió, con la ayuda de su psicoana¬ lista, encontrar en sí mismo la fuerza curativa. Huyó de su demandante familia y se instaló en un pe¬ queño y tranquilo hotel, sin más diversión que una televisión, una videocasetera y un altero de pelícu¬ las del Gordo y el Flaco. Veía películas del Gordo y el Flaco día y noche. Descubrió las virtudes tera¬ péuticas de la risa, terminó por curarse y escribió un libro que se convirtió en un best-seller. Te sor¬ prenderá, pero ya hay escuelas de psicología que no se andan con cuentos y centran su terapia en la pura risa; además de un movimiento religioso lla¬ mado La Risa Santa, con sede en Toronto, Canadá, que empieza a ganar adeptos en todo el mundo, y que se caracteriza por manifestaciones incontrolables de risa en los cultos de adoración. ¿Cómo ves? Dentro de esta demanda de lo ameno, y por pura deformación profesional, te ofrezco emparentar a la psicología lo más posible con la literatura, lo que por lo demás siempre han hecho los mejores psi¬ cólogos. Casi, lo más valioso de la psicología es lo que tiene de novela. Recuerda que al propio Freud lo propusieron para el Premio Nobel de Literatu¬ ra, y bueno, él siempre reconoció que eran los

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa al médico te llevara al curandero para que baile con su maraca a tu alrededor? Mas he aquí que mientras de siglo en siglo se libraba el combate del mago y el científico, un ter¬ cer protagonista llamado poeta continuaba sin opo¬ sición alguna una tarea extrañamente análoga a la actividad mágica primitiva. Su diferencia con el mago Šcosa que lo salvó de la extinciónŠ era su apa¬ rente desinterés y desubicación, el andar siempre “en la luna”, el proceder por “amor al arte”, por nada, por un puñado de hermosos frutos inofensi¬ vos y consoladores: la belleza, la alegría, la con¬ memoración, la música de las palabras. Como ha dicho Julio Cortázar: “el poeta ha continuado y de¬ fendido un sistema análogo al del mago, compar¬ tiendo con éste la sospecha de una omnipotencia del pensamiento intuitivo, el valor sagrado de una metáfora”. Al ansia de dominio de la realidad Šel único y gran objetivo de la cienciaŠ sucedía por parte del poeta un ejercicio de dudas y preguntas, de invo¬ cación y exorcismo de fantasmas, que no trascen¬ día lo puramente espiritual. Y como a primera vista no disputaba al científico la posesión de “la ver¬ dad” y era tan poco “práctico”, el poeta fue dejado en paz, mirado con indulgencia, y si se le expulsó de la corte del Príncipe (los políticos siempre ven a los poetas por encima del hombro, fíjate) fue a modo de advertencia y demarcación higiénica de territo¬ rios. Tú allá en la luna, nosotros aquí en el mundo. Y de ahí, de la luna, fue de donde Freud bajó al poeta para ponerse a trabajar con él, codo con codo. Sin su afición a la poesía quizá jamás hubiera con¬ cebido los fundamentos del psicoanálisis. Con una grave limitante: Freud consideraba que su tarea te¬ rapéutica era una simple prolongación de la tradi¬ ción positivista Šo sea, racionalista y práctica, lo más contrario a la “intuición” del poetaŠ en la que se había formado como estudiante de medicina. Nadie se rebeló de manera más efectiva que Freud contra las concepciones mecanicistas del hombre que dominaron el pensamiento occidental en el si¬ glo xix; nadie mostró más claramente la estrechez de esas concepciones. Sin embargo, a lo largo de toda su vida su mayor ambición fue ser considera¬ do un científico “serio”, en la mejor Šy más limitanteŠ tradición del término. Fue un rebelde, pero un rebelde finalmente sumiso. Y como de nuestros imitadores serán nuestros defectos, la psi¬ cología actual en general aún padece un racionalismo exacerbado. Pocos territorios tan ári¬ dos y aburridos como la mayoría, y más reconoci¬ das, historias de la psicología. Por eso te propongo que agarremos un atajo y veamos a dónde nos con¬ duce. Con toda seguridad será más divertido y vivificante en lo espiritual. Si el inconsciente es el fundamento de la psicología actual, y el camino que encontró Freud para llegar a él fue el hipnotis¬ mo, ¿de dónde viene y quién lo descubrió? ¿Por qué se descartó de la terapia y sólo hasta años re¬ cientes se le ha vuelto a revalorizar? ¿Y hasta dónde podemos (y debemos) incluir ciertas prácticas reli¬ giosas dentro de una concepción más amplia de la psicoterapia? ¿Qué hay con los recientes descubri¬ mientos de la tanatología Šdisciplina que trabaja con los enfermos en estado terminalŠ y que han trastocado nuestras ideas tradicionales acerca de la muerte y sus posibles significados? ¿Y serán de ve-18 19

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Ignacio Solares Cartas a una joven psicologa ras preferibles los métodos de relajación natural a la medicación a base de drogas? Así que entremos en materia. Podrías empezar con una pregunta a la que quizá te ayuden a res¬ ponder estas cartas: por qué quieres estudiar psi¬ cología. Mejor dicho, por qué crees que, tal vez, quieres estudiarla. ¿Cómo y por qué se quiere llegar a ser esto o aquello en la vida? Cada caso es un misterio. La vocación hunde sus raíces en las preguntas funda¬ mentales: ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde voy? Cualquier decisión que tomamos altera nuestras vidas y todo cuanto las rodea. Pero no sólo las grandes decisiones: todo paso que damos abre un sendero. “Nadie puede cortar una flor sin afectar una estrella”, dicen los budistas. ¿Será que la vocación es una elección, un movi¬ miento libre de la voluntad individual para decidir su destino? ¿O de alguna manera que nos es difícil comprender, los seres humanos nacemos con un camino previamente señalizado? Cuestión central para la psicología: los difusos márgenes de la liber¬ tad. Todos pretendemos ser dueños de nosotros mismos, hasta que no llegue el psicólogo a demos¬ trarnos lo contrario. ¿De dónde surge esa predisposición que nos lle¬ va Šo incluso nos obligaŠ a dedicar nuestras vi¬ das a una actividad determinada, porque sabemos que sólo ejerciéndola nos sentiremos realizados y felices, dando a nuestros semejantes lo mejor que poseemos, sin la angustiosa sensación de desper¬ diciar nuestras vidas? ¿Y tendrá todo esto que ver con “algo más”, en el sentido que dan las religio¬ nes al término? Preguntas que son como la apertura en el aje¬ drez: te encadenan y condicionan las siguientes jugadas, los ataques y las defensas, la protección o el lanzamiento de tus piezas más valiosas, además de que quizá te arriesgas al jaque mate del pastor sin darte cuenta. Parafraseando a Bretón en la carta que dedicó a su hija de quince años, sólo puedo desearte que ames enloquecidamente la profesión que elijas. Y enloquecidas van estas cartas, de atrás para ade¬ lante, que empiezan con Freud y terminan con el descubrimiento de la hipnosis y la irrupción de las drogas en la psicoterapia, ya verás. 20 2]

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Carta II El descubrimiento del inconsciente Querida Maty: Tu comentario a la carta anterior me parece de lo más justo y necesario: “Al grano, al grano, te andas mucho por las ramas”. Por una deformación profe¬ sional, los escritores creemos que la mejor manera de conocer el árbol es andarse por las ramas, pero la mayor parte de las veces nos perdemos entre ellas, quedamos envarados y no llegamos a ningún sitio. Por eso digo que la mejor literatura es la que está hecha de preguntas más que de respuestas, de intuiciones más que de certezas, de dudas más que de convicciones. Acuérdate que los artistas traba¬ jan más con lo que no saben, pero intuyen (el inconsciente) que con lo que ven y saben (el consciente), de ahí que se adelantaran a Freud en mu¬ chos de sus descubrimientos, como él mismo reconoció y ponderó. Freud no sólo fue un apasionado de la literatura, sino que él mismo era un verdadero virtuoso de la escritura (hasta le dieron el Premio Goethe, tam¬ bién literario). De ella utilizó descripciones, pasa¬ jes y nombres para sus casos. Hizo tan famoso a Edipo que un supuesto diccionario, en broma, lo define así: rey griego famoso por su complejo. Freud lo reconoció sin empacho:

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