by P Mairal · 2005 · Cited by 54 — Desierto: Para la noción de «desierto» en la cultura argentina (y latinoamericana), ver «Introducción». 4. Renguera: Cojera. Rengo: cojo. 2. Pedro Mairal
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© Pedro Mairal – 2005.Foreword, bibliography & notes © Susan Hallstead – Juan Pablo Dabove of this edition © Stockcero 2012 1st. Stockcero edition: 2012 ISBN: 978-1-934768-59-4Library of Congress Control Number: 2012954361 All rights reserved. This book may not be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in whole or in part, in any form or by any means, electronic, mechanical, photocop- ying, recording, or otherwise, without written permission of Stockcero, Inc.Set in Linotype Granjon font family typeface Printed in the United States of America on acid-free paper. Published by Stockcero, Inc. 3785 N.W. 82nd Avenue Doral, FL 33166 USA [email protected] ii
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ÍndiceIntroducciónvii I. La Intemperievii II. La novela como alegoría nacional..xii III. La selva espesa de lo realxviii IV. La lección del maestro: Cortázar y Borgesxxi V. El desierto.xxv VI. El viaje.xxvii VII. El «idioma» de los argentinos.xxxi VIII. Bibliografía de Pedro Mairal xxxiii El Año del Desierto Mapas..1 Suárez & Baitos.3 Como un fuerte43 Un mismo cuerpo.79 El cometa.103 Ocean Bar..141 La Peregrina.191 Chacal mai..237 Ú265 En silencio..295 vEl año del desierto
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Introducción Juan Pablo Dabove – Susan Hallstead University of Colorado BoulderI. La Intemperie El año del desiertofue publicada en Buenos Aires en el año 2005. Es la historia de un año en la vida de María Valdés Neylan, narrado por ella misma desde algún lugar de Irlanda o Inglaterra, cinco largos años después de los hechos que la obligaron a aban- donar Argentina. El año del desiertoparticipa de las cualidades de la novela fantástica (o extraña, dado que la determinación del ele- mento sobrenatural es, cuando menos, problemática), de la pesa- dilla, y de la alegoría de índole política o cultural. Como en las novelas de Franz Kafka, esta pluralidad de sentidos es indiscer- nible y se combina con una narración de tonodecididamente re-alista, cuyo rasgo más notorio es una profunda inmersión en la densidad material y cultural del mundo narrado. En esa ambi- güedad y en esa hibridez radica gran parte del poder de la novela. Las páginas que siguen tratarán de proveer algunas direcciones para acceder a ella2. La novela narra una triple disolución o ruina. Por una parte, 1Quisiéramos agradecer a Pablo Agrest, de Stockcero, por su paciencia, entu- siasmo y profesionalismo. A Pedro Mairal, por su enorme generosidad inte- lectual. Ha sido un placer trabajar con ellos, y esta edición es mucho más rica gracias a ellos. La responsabilidad por los errores y omisiones que esta edición contenga es, desde luego, enteramente nuestra. Asimismo, quisiéramos agradecer a Peter Elmore que fue quien nos hizo conocer la novela y a Mary Berg, quien nos puso inicialmente en contacto con Stockcero. 2Esta edición anotada tiene un destinatario específico (pero no exclusivo): estu- diantes y profesores de licenciatura, maestría o doctorado, no necesariamente ar- gentinos, y no necesariamente hispanohablantes. Dado ello, las notas que acom- pañan el texto caen dentro de tres rúbricas generales: (1) lingüísticas y léxicas; (2) histórico-culturales; y (3) intertextuales (en particular literarias). Algunas de las notas (sobre todo las lingüísticas y léxicas) pueden ser innecesarias o redun- dantes para un/a argentino/a. Sin embargo, confiamos en que serán de utilidad para una persona no familiarizada con la historia y la cultura argentina.viiEl año del desierto 1
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narra la disolución de la conciencia (y de la trama vital) de la na- rradora. Por otra, narra la disolución (literal) de una ciudad, Buenos Aires. Finalmente, narra la disolución de una nación (Ar- gentina), de la cual las dos identidades anteriores eran una función. (Como se anota mas adelante, María representa una cierta «idea» del sujeto argentino, y Buenos Aires, una cierta idea del lugar de Argentina en la historia y la geografía cultural de Occidente). El agente de esta disolución es la Intemperie (la novela no lo escribe con mayúscula, pero nosotros lo haremos a lo largo de esta intro- ducción, para enfatizar su ambigua naturaleza). Pero ¿qué es la In- temperie? La novela no provee ninguna definición. No sabemos si es un fenómeno natural, o sobrenatural, o el instrumento de algún designio maligno. Sólo se constatan sus efectos: la gradual (pero acelerada) degradación de los edificios, de las calles, de todo rastro de habitación o de trabajo humanos; su desaparición final y su remplazo por una naturaleza fuera de cauce (los procesos orgá- nicos Œel crecimiento de las plantas, de los hongos, la actuación de las bacterias en la descomposición de la materiaŒ ocurren mucho más rápido de lo normal). Nunca «vemos» la Intemperie: la trans- formación está por ocurrir, o ya ha ocurrido. No sabemos cuándo, cómo o por qué comenzó. No sabemos nunca si hay un agente detrás del fenómeno, como sí ocurre, por ejemplo, en otras dos na- rrativas apocalípticas argentinas. En El Eternauta(1957-1959), la celebre historieta de Héctor Germán Oesterheld (con la que la novela, sospechamos, tiene más de un punto de contacto), detrás de la nieve mortal que cae sobre Buenos Aires están los «Ellos». En «La lluvia de fuego», el cuento de Leopoldo Lugones (recogido en Las fuerzas extrañas en 1906), detrás de la lluvia de cobre incan- descente que destruye Gomorra está Dios. Aunque el protago- nista/narrador nunca llegue a saberlo en vida, el lector lo sabe de antemano. En El año , tampoco sabemos por qué (o si) la Intemperie afecta sólo a Argentina Œaunque la lectura alegórica que ensaya- remos luego provee una explicación al respecto. Sólo sabemos que la Intemperie viene (el verbo Œ como todo verbo personal aplicado viiiPedro Mairal
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a la Intemperie supone hipostasiar el fenómeno, lo cual es proba- blemente erróneo) desde el fondo de la pampa y que rodea y avanza sobre el centro de la ciudad. Por la Intemperie, la ciudad va desa- pareciendo y el desierto va reconquistando lo que, entendemos luego, fuera desde siempre suyo. (Uno de los epígrafes posibles de la novela Œque luego Mairal descartóŒ era una línea de Santiago Vega «¿Y si la ciudad fuese una gran pradera?» de Santiago Vega). La Intemperie es aceptada por los habitantes de Buenos Aires con una mezcla de temor, fatalismo y naturalidad, como las «cosas raras» (emblema de la pérdida de transparencia de lo social) de las que hablaba Luisa Valenzuela en su cuento de 1975) 3.La novela empieza in media res . El comienzo del relato nos arroja en una Buenos Aires ya fatalmente golpeada por el avance de la Intemperie. Y los efectos de la Intemperie no son solamente físicos. El avance de la Intemperie afecta primero a las zonas ex- teriores del Gran Buenos Aires (las «orillas») y genera una suerte de guerra civil entre los habitantes de la provincia de Buenos Aires («la Provi») que migran en masse a la Capital, y los habi- tantes de la Capital, que resisten la «invasión». Como veremos luego, este conflicto condensa los conflictos políticos, clasistas y raciales de la historia poscolonial argentina. Pero este conflicto es quizás también un modo de «humanizar» (y así exorcizar) un fe- nómeno que no sólo parece ser de origen no humano, sino que destruye lo humano: no a los humanos (la Intemperie per se nomata a nadie) sino toda huella de la cultura que define a lo humano quahumano (objetos, medios de transporte, institu- ciones), y en particular, la obra máxima de lo humano, la más compleja y la que condensa a todas, la ciudad.Quizás uno de los aciertos literarios más notables de la novela es que los personajes, incluyendo a María, no comprenden nunca lo que el lector tempranamente comprende: que la Intemperie es ixEl año del desierto 3Luisa Valenzuela aludía a la violencia política de derecha semi-clandestina (ofi- cialmente negada, y por tanto «inexistente»), en su transición de cuerpos parapo- liciales más o menos informales (la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A) al terrorismo de estado, centralmente organizado (y, así como María habla de la invasión de la Provi, la narradora de «Aquí pasan cosas raras» habla de «los mu- chachos que vienen de tierra adentro», en conexión a las «cosas raras» que están ocurriendo). El año hace numerosas alusiones (algunas de las cuales indicamos en las notas) al mismo fenómeno, como parte del fenómeno más amplio de la vio- lencia política que dominó argentina entre los años cincuenta y los ochenta.
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el paso de una sociedad moderna (o posmoderna) a una sociedad nómade; el paso de una sofisticada división social del trabajo, a una horda que retorna al canibalismo, al bandolerismo, y al homohomini lupus , el estado original de guerra de todos contra todos 4. María es testigo, víctima y narradora de este proceso. Al co- mienzo de la novela, su vida es de una incomparable trivialidad. Es una chica urbana, argentina pero de ancestros inmigrantes (su pelo rojo atestigua la sangre irlandesa que le viene por línea ma- terna). Es miembro de la clase media argentina en declive. Sus máximas aspiraciones son un vestido que ve en una vidriera y que probablemente nunca podrá comprar (el vestido es un leitmotiv en la obra, de sentido no del todo claro), y un novio que repre- senta, desde el punto de vista de la clase media argentina, un obvio descenso social: Alejandro es de piel oscura («morocho»), de clase media baja, no tiene educación y trabaja de repartidor de paquetes en moto. Como tantas jóvenes de su clase y su gene- ración, sus aspiraciones de educación superior debieron ser pos- tergadas o canceladas por la crisis económica crónica que afectó Argentina en el último cuarto del siglo XX. María tiene que salir a trabajar para mantener a su padre desempleado, depresivo, víctima él mismo, como tantos de su clase y su generación, de la desaparición de la industria argentina. Su pelo rojo, su «buena presencia» (el eufemismo de los empleadores argentinos cuando 4El uso del léxico positivista («involución», «desarrollo») es anacrónico y cierta- mente, no es una indicación de un supuesto credo positivista de Mairal. Sin em- bargo, es descriptivo, a dos niveles: (1) El proyecto nacional argentino (y la incor- poración de Argentina a la economía y la cultura del occidente capitalista), articulado a mediados del siglo XIX por los intelectuales liberales de la Generación del ‚37 en adelante, se formuló a partir de una noción evolutiva de la historia (según la cual las sociedades evolucionaban de lo simple a lo complejo, de la tribu nómada sin estado y sin agricultura, a la horda bárbara, a la sociedad urbana agro- industrial) y monista (creencia según la cual todas las sociedades del mundo reco- rrían un patrón de evolución básicamente similar Œel monismo es lo que permitió que las sociedades del Atlántico Norte, dominantes en el siglo XIX, se postularan como la culminación de la evolución humana, y definieran su tarea como la de llevar a las sociedades atrasadas en la vía de la evolución). Esta imagen de la his- toria, en el siglo XX, se despojó de la arquitectura intelectual positivista, y se re- cicló como ideología desarrollista primero, y neoliberal luego.; (2) la desintegración de la sociedad argentina, tal como la novela la narra, recorre de manera inversa los tres estadios «clásicos» de la teoría de la evolución social, donde cada sociedad resultante es mas «primitiva» porque es más simple: cualquier semblanza de or- ganización supraterritorial, supracomunitaria va desapareciendo, hasta llegar a los U, que son una comunidad reducida a su mínima expresión, al seno de la cual la narradora, sin embargo, goes nativey encuentra una precaria felicidad. xiEl año del desierto
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quieren contratar a mujeres atractivas) y sus moderadas capaci-dades como secretaria le aseguran un puesto como recepcionista en Suárez & Baitos, una compañía financiera porteña. La Intem- perie, sin embargo, reserva para María una serie de destinos que nunca hubiera imaginado: lavandera, fabricante de velas, ba- surera, enfermera, sirvienta, prostituta, cantante, asesina, la- bradora en condiciones de semi-servidumbre, maestra rural, cautiva, esclava sexual, esposa de un indígena «Ú», aterrador em- blema de la peste roja en las guerras de los «Ú». En el proceso, María pierde a su familia, a su novio, a sus amigas, su sentido de identidad y finalmente sus dos lenguajes (inglés y castellano), len- guajes que trabajosamente recupera años después. María no es particularmente valiente, no es particularmente inteligente, no es particularmente apasionada. Quizás su única virtud sobresaliente es su capacidad de adaptación y su incom- parable resistencia para sobrellevar situaciones traumáticas. Pero es precisamente esa falta de un rasgo distintivo la que convierte su historia en representativa (bajo el modo de la alegoría) del destino de la Nación. María (cuyo nombre es, no por casualidad, el de la protagonista de La cautiva , de Esteban Echeverría) es trivial, pero por ello mismo es un sujeto «modélico» de las aspi- raciones (y de las limitaciones) del proyecto nacional argentino. El modo en que en María se «encarna» un relato de crisis o de ca- tástrofe es el objetivo de la siguiente sección.II. La novela como alegoría nacional Decía Jorge Luis Borges en 1927: «Vivimos una hora de pro- misión. Mil novecientos veintisiete: gran víspera argentina» («El idioma de los argentinos» 149). Y confiaba en «la más íntima po- sesión de todos nosotros [los argentinos]: el porvenir, el gran pasado mañana argentino» («El idioma de los argentinos» 143). Cincuenta, sesenta, setenta años después, estas afirmaciones eran xiiPedro Mairal
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poco menos que incomprensibles. Argentina era en 1927 uno delos países más ricos, más educados, más socialmente homogéneos e integrados del hemisferio, y probablemente del mundo. Pero las brillantes perspectivas de las primeras décadas del siglo XX no dieron el fruto prometido. A partir de la interrupción del orden institucional en 1930 (el golpe militar de José Félix Uriburu: el primero de una larga serie de golpes militares que marcarían la turbulenta historia política del siglo XX argentino) y de la decadencia del modelo de crecimiento basado en el desa- rrollo de la economía de exportación de insumos agropecuarios 5,la experiencia colectiva de lo nacional argentino se ha definido, primero, a partir de lo que podríamos llamar una «narrativa de crisis» (1930-1975), y luego una «narrativa de fracaso» (1975- 2001).6La narrativa de fracaso podría definirse como una especie de excepcionalismo argentino a la inversa, a partir de la clara per- cepción colectiva de que Argentina, caso inédito en la historia moderna, había pasado del «primer» al «tercer» mundo, que el proyecto decimonónico había fracasado, y que los mejores días de Argentina estaban en el pasado.La larga «crisis» argentina (1930-2003) tuvo manifestaciones diversas, no siempre concurrentes. Resumir el proceso excede los objetivos de este trabajo 7. Baste decir dos cosas. Como la Intem- perie, la crisis se convirtió en una hipóstasis: la Crisis dejó de ser un proceso, o el atributo de un proceso, y se convirtió en un sujeto: «la Crisis», con su propia identidad y tempo. Asimismo, ésta fueuna crisis de signo plural. Fue, (1) una crisis institucional (con re- petidos golpes militares, y más en general, con el establecimiento de una cultura autoritaria a todos los niveles de lo social); (2) una crisis de legitimidad (con gobiernos civiles débiles, incapaces de canalizar la conflictividad social, predicados sobre la exclusión del proceso político de sectores mayoritarios Œradicales en los años 5Decadencia revertida en la primera década del siglo XXI, con el aumento sos- tenido del precio de los productos primarios de exportación, en particular, la soja. 6Las fechas que damos son del todo tentativas, desde luego.7La bibliografía sobre el tema es vastísima. Una presentación accesible, actualizada y rigurosa se encuentra en la serie Historia de la Argentina publicada por la edi-torial Siglo XXI. La serie cubre toda la historia argentina, pero para el período recomendamos, en particular, los volúmenes 1916-1955 de Alejandro Cattaruza y 1955-2010, de Marcos Novaro, como asimismo Historia económica de la Ar- gentina en el siglo XXde Juan Carlos Korol y Claudio Belini.xiiiEl año del desierto
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